Pocas cosas hay tan
sobrevaloradas como leer libros. La lectura es un vicio muy extendido que
destruye la vista, la economía y la rabadilla. Afortunadamente gracias a internet
y a otras medidas profilácticas como la televisión, la lectura esté dejando de
ser el terrible mal endémico de hace unas décadas.
Antiguamente
combatían las epidemias de lecturas como lo hacían con el muermo y otras
herejías; es decir, con el fuego purificador del libro y lector.
Actualmente hay otros sistemas más
sofisticados de acuerdo a las modernas ciencias de la domesticación sublunar,
que van desde el aumento paulatino e irrefrenable del precio de los libros
hasta la obligación de comerse las vocales a quienes sean sorprendidos en tan
nefasto vicio del pensamiento. La lectura, en fin, destruye la familia,
desciende las cotizaciones de la bolsa, aumenta la circulación fiduciaria (sea
eso lo que sea) y predispone a los jóvenes a la droga y a la fatiga visual y de
la mente.
Los libreros y
los editores son dípteros que propagan el mal, y por ello, para evitar
epidemias peligrosas para la colectividad, deben ser lapidados hasta su muerte
con libros de bolsillo y grandes fascículos encuadernados en cartoné.
Frase: “Mátate
estudiando y serás un cadáver culto”
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