martes, 28 de junio de 2011

Como montar un Banco

Y es que cuando las cosas no están bien, hay que ir a lo seguro. Lo que no sé, es, viendo lo bien que resultan, que no haya más personas que monten este tipo de negocio.

jueves, 23 de junio de 2011

Tetas


Tengo un amigo que es un verdadero fetichista en todo lo que se refiere a los pechos femeninos. Como todo buen macho que se precie, se jacta de conocer los deseos de su compañera de turno simplemente por la forma de sus tetas. Y lo que es peor, se empeña en contarlo a todo el que lo quiera oír.
Por razones evidentes el tema, así en general, no me interesa lo más mínimo, sin embargo ayer, entre el fútbol y las cervezitas le presté un poco de atención y él, como recompensa, animó sus pesadas conversaciones monotemáticas con ejemplos vivos y al final, su clase práctica hasta resultó entretenida.
Pasa una con los pechos grandes, pues resulta que estas son mucho menos sensibles según no sé que investigación y mi amigo lo corrobora y hasta se empeña en explicarme el por qué; Dice que los nervios al estar más estirados, hacen que disminuya la sensibilidad y que con estas hay que tener mucha paciencia pero que nunca falla lo de darles unos mordisquitos cariñosos a tiempo.
La siguiente tiene las tetas pequeñas, me entero de que estas soportan mejor el movimiento y que lo que más les gusta es que se las masajeen con mucha suavidad pero en su justo momento. No sé para qué, pero tomo nota.
Le llega el turno a los pezones, habla con propiedad de su importancia, si son grandes son más sensibles por tener más terminaciones nerviosas y que lo mejor es masajear la parte exterior de sus pechos bajo las axilas, si son pequeños hay que centrarse en el círculo oscuro que hay alrededor y sobre todo en el cuadrante superior del pezón, ese que está entre las diez y las dos si miráramos un reloj. Está claro, es todo un experto que puede comparar una teta con un reloj.
Mientras se extiende en explicaciones su entusiasmo crece, distingue a través de la ropa los pechos caídos y me cuenta que para esos nada mejor que tumbarse hacia arriba, que así alivia la presión, porqué físicamente son los menos sensibles al tener los nervios estirados y comprimidos por el peso;
Cruza una con pechos operados y parece que le ha tocado la primitiva, sus ojos se abren como platos y confiesa que le vuelven loco, que su movimiento diferente a los naturales es sonido celestial, que para entrar en éxtasis no hay nada como mover la lengua en círculos que giren gradualmente hacia los pezones. Y se tiene que limpiar la baba.
¿Me estaré perdiendo algo?

sábado, 18 de junio de 2011

Tiempo


Leer ya me gustaría. Pero ¿de dónde saco el tiempo?” me decía uno. Y otro, un semi-ejecutivo en camino de prosperar: “- Tres horas se me van en el camino de casa a la oficina. A los hijos pequeños apenas los veo”.
Lo he dicho en alguna otra ocasión pero (y visto que otros copian estos textos sin el menor rubor) no me importa autoplagiarme: el tiempo es una realidad misteriosa. Ya San Agustín escribía que si nadie le preguntaba qué era, sabía lo que era, pero que apenas intentaba una definición fracasaba. Aristóteles precisó que el tiempo es la medida del movimiento. Por eso cuando se hacen muchas cosas el tiempo es siempre rapidísimo; quien no hace nada dispone de un tiempo largísimo, interminable.
En la civilización industrial, donde se paga por horas, donde hay que fichar, donde se cobran trienios –y tantas otras realidades medidas por el tiempo-, se ha perdido el sentido profundo del tiempo de ocio, del tiempo para contemplar, para empaparse de la realidad.
La mayoría de los pueblos primitivos no usaban reloj. Se guiaban por el sol y el tiempo era la medida de lo que hacían. De ahí la calma tranquila, la atención en el cultivo del campo, la concentración en la pesca, el mimo en el pastoreo. Algunos antropólogos interpretaron todo esto como ociosidad o vagancia. Y era todo lo contrario: trabajo con los cinco sentidos, contemplación activa de la realidad. Por eso conocían cientos de plantas y sus propiedades; por eso tenían nombres para muchos tipos de vientos, de lluvias, de nubes.
Nosotros dedicamos una parte del tiempo a organizar el tiempo; otra parte a mirar el reloj; otra a quejarnos de la falta de tiempo; otra a perder el tiempo. Poco a poco se ha convertido el tiempo para hacer las cosas en algo más importante que las cosas que hay que hacer. El resultado, mucha veces, es que las cosas no se hacen, pero, eso sí, se mide cuidadosamente el tiempo empleado en no hacerlas. Y es que siempre hay más tiempo cuando se deja de decir que no hay nunca tiempo.

Frase: “Si eres feliz, escóndete. No se puede andar cargado de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear la felicidad por un mundo de gente que se cree desgraciada” (Alejandro Casona, 1903-1965; escritor español)“

martes, 14 de junio de 2011

Algunos breves apuntes sobre el trabajo


Algunos breves apuntes que podrían (sólo podrían) mejorar la torturante e insufrible vida laboral.
El sueño debería estar considerado como motivo de baja laboral y desde luego, como excusa para llegar tarde al trabajo. Ver páginas guarras en horario de trabajo sería motivo de ascenso inmediato, siempre que las páginas contengan novedades importantes, perversiones rompedoras o posturas complicadas. Cualquier actividad laboral sería susceptible de ser interrumpida, con carácter de urgencia, por cualquier cosa considerada lógica por el trabajador, sea un eclipse de sol o el poder observar a gusto una mosca que pase volando. Matar a un tuno sería considerado legitima defensa, (vale, esta no tiene que ver con la cosa laboral pero debería de ser de obligado cumplimiento para cualquier persona normal). Si el jefe (o jefa para los raritos) está de buen ver, piropearlo/a sería un rasgo de ambición y acarrearía un inmediato ascenso, una cena con él, (o ella) pagada por él (o ella) y una noche de cama. Nunca necesariamente más. La siesta de al menos 30 minutos formaría parte del horario laboral; las reuniones y llamadas una hora antes y una después de la misma se cancelarían de forma automática. Respeto absoluto a la vestimenta, en verano camisetas, y en invierno.. uffff, en invierno no se trabajaría mucho, con el frío que hace estos días.
La lista está, naturalmente, sin terminar, pero me da que ni con mil de estas que se introdujeran podrían mejorar estos puñeteros lunes.

viernes, 10 de junio de 2011

Huevo frito, ...¿sí o nó?....


Me escribe una joven y distinguida señora invitándome a tomar parte en un curioso y sólo aparentemente pueril torneo de los muchos que, cándidamente, vienen teniendo lugar en estas notas. Ni más ni menos que sobre si es o no es indebido pedir un huevo frito en un buen restaurante. Y, ya llegando al fondo de tan crucial disquisición, si es o no conveniente mojar pan en él.
Tema difícil si los hay, porque bordea el posible fastidio de muchos, y plantea todo un reto (sin negar que el reto es, para el hombre, una de las salidas al mar de la delicia -¡eso es poesía y lo demás fruslería!) ya que es una de esas opiniones que tanto se parecen a los culos (o al hojaldre como lo llama cariñosamente cierto conocido): cada uno tiene el suyo.
Parto de que el espectáculo de comer debía ser la mayor parte de las veces privado, sobre todo en relación de amores, pero ya entrados en materia, no sé por qué a los mismos que les parece un espectáculo grandioso contemplar en los garfios de un tenedor la carne sangrienta les parece insufrible y tremendo ver un trozo de pan manchado de yema.
Con los peligros que tienen todas las afirmaciones, y más cuando se hacen tan categóricamente, a mí me parece que no mojar pan en un huevo no tiene disculpa. No saben los que se pierden.

martes, 7 de junio de 2011

Los pies


Mea culpa. Y, al contrario de los que muchos (de la logse/fp) pudieran pensar, no es un insulto. ¡Qué va! Hoy voy a hablar de mí. Sí, ya sé que suena como el culo, pero otros, con renombre y probada solvencia, lo utilizan como recurso y hasta les dan premios. A lo que iba. Voy a desnudarme, en el sentido moral del término, ante todos lo que sean capaces de leer esto. Tengo que confesarlo: ¡pero que bien se lo pasa uno con los pies!”.
La historia viene por leer. Cosa no buena a estas edades ya que, aparte de fomentar la presbicia, hace que te despierte cierta curiosidad por temas profundos. Por ejemplo, cuando te enteras que, según una vieja técnica utilizada por las geishas japonesas, chupando el dedo gordo del pie, un hombre puede llegar al orgasmo sin necesidad de tocar ni estimular nada más. O una mujer, digo yo. Todo se debe a una cuestión de reflexología podal. Normal.

Claro que una cosa es que a uno le guste ponerse verraco (cerdomachoreproductor) a través de la estimulación oral de los pies y sus deditos, y otra cosa es que dicha práctica se convierta en una obsesión. O no. Que, como cada vez que salen estos temas, me acuerdo de un psicólogo, inglés él, Havelock Ellis, que decía algo que suena a perogrullada pero que no es tanto si pensamos que hasta hace nada la Asociación Estadounidense de Psiquiatria consideraba desviado a todo acto que no consistiera en la introducción del pene en la vagina. Ellis decía: “todas las personas no son como usted, ni como sus amigos o vecinos. Incluso sus amigos y vecinos pueden no ser tan semejantes como usted supone”.
Vamos, que para gustos, colores. Pues eso: ¡pero qué bien se lo pasa uno con los pies!

viernes, 3 de junio de 2011

Ser o Estar...


A diferencia de otros idiomas en los que el verbo “ser” y estar” se conjugan a partir del mismo vocablo, por estos lares solemos diferenciar estas dos formas de expresión. Si las cosas de la lengua no han cambiado desde que servidor usaba pantalón corto (pleistoceno mediante) “ser” solía indicar una condición perpetua mientras que “estar” hacía referencia a algo momentaneo, a algo pasajero. Antes se podía estar en-fermo , estar en-amorado, estar en-simismado, estar en-tero, estar en Babia, estar en reposo, estar en casa… y así un sin fin de combinaciones. Y digo antes, porque hace pocos días en la salida de un centro comercial me crucé con un ciudadano anónimo (presuntamente) que acabó descubriéndome una nueva manera de “estar en”. Mientras el sujeto salía por la puerta giratoria con una mano en la oreja y la otra gesticulando al vacío, dijo escuetamente: “Ahora estoy en el móvil”. ¡Toma ya! No me diréis que no es una nueva posibilidad de “estar en” por reducidas que sean las dimensiones del artilugio.