sábado, 26 de febrero de 2011

Concepto de viejo-verde


Por cuestiones de edad, pero sobre todo por aquello de mantener ciertas apetencias intactas a pesar del paso del tiempo, creo cumplir sobradamente los requisitos necesarios para entrar en la clasificación de "viejo verde".
El caso es que siempre me intrigó el por qué de llegar a viejo de semejante color y no de otro, aunque nunca se me había ocurrido buscar su origen. Ahora, que pertenezco de lleno a tan concurrido "club", he descubierto que tal expresión poco o nada tiene que ver con la que nos han estado contando los que la usan de forma despectiva presentando a los "viejos verdes" como "viejos gotosos y canijos que pasean su artificial gallardía entre las petimetras prolongando sus hábitos galantes fuera de lo tolerable para su edad y estado". Semejante observación no es más que una de las muchas campañas de marketing que hacen publicistas imberbes para que nos avergoncemos de estar al borde del Imserso.
La verdadera definición la da un señor muy importante en estas cosas de la lengua, Sebastián Covarrubias, que en su obra "Tesoro de la Lengua Castellana" al explicar la palabra cana, escribe:
"... a los que siendo viejos y canosos tienen verdor de mozos, decimos ser como los puerros, que tienen la cabeza blanca y lo demás verde".
De cuyo texto se deduce que la expresión "viejo verde" aplicada, como explica el diccionario, al que conserva inclinaciones galantes o apetitos carnales impropios de su edad, se debe de decir por comparación con el puerro y aludiendo, no a la obscenidad, sino al verdor de la juventud, es decir, al vigor y garbo de los mozos.
Vamos que sí, que soy clavadito a un puerro. Todo un "viejo verde".

martes, 22 de febrero de 2011

Los Muria


Los Muria son una tribu del estado indio de Madya Pradesh que fueron descubiertos por el británico Verrier Edwin en 1950, quien llegó como misionero y acabó estudiando sus costumbres. Unas costumbres que, según las empecé a leer, me dieron ganas de salir corriendo para hacer una inmersión total y absoluta en tan competente pueblo.
Consideran -y como tradición que es lo cumplen a rajatabla- que si los muchachos y muchachas sacian su curiosidad acostándose con todos los miembros de la tribu que así lo deseen, el riesgo de adulterio disminuirá casi totalmente y los celos no tendrán sentido. Además, como duchos que son en estos menesteres, su cultura es muy rigurosa ante las posibles consecuencias de tan distraída costumbre; saben, porque así se lo han contado sus mayores, que para que una mujer se quede embarazada tiene que retozar con un mismo hombre más de tres veces… por lo que llevan a cabo un riguroso control de natalidad mediante la imposición de límites a la duración de las parejas, asegurándose así de que no haya embarazos no deseados.
Una sociedad casi perfecta en estas cuestiones si no fuera por un pequeño detalle que tira por tierra semejante perfección y anula cualquier ventaja anterior por muy apetecible que pueda parecer (que lo parece, que lo parece): resulta que, para este pueblo, copular es un deber obligatorio que el hombre tiene para con la mujer... y un derecho de ésta para ser desagraviada por las molestias de las menstruaciones y los dolores del parto.
Era demasiado bonito para ser verdad.

jueves, 17 de febrero de 2011

Sustancias tóxicas


Consumir sustancias que alteren la situación normal de una persona no es bueno. Nos lo dicen y nos lo repiten varias veces al día. Y hacen muy requetebien. Pero lo que no pueden decirnos es que no es natural. Más de 300 especies animales son consumidoras habituales de sustancias para "colocarse".

Hay pájaros que picotean compulsivamente, algunos hasta la muerte, cualquier uva fermentada que se ponga en su camino (hace algunos años en California una bandada de petirrojos se hinchó a bayas fermentadas y la mayoría de sus integrantes acabaron estrellados contra las paredes gracias a la cogorza que se agarraron). Los osos son verdaderos amantes de los madroños cuyos frutos, de alta graduación, comen compulsivamente. Hay renos adictos a hongos alucinógenos, caballos que comen astrágalo para atontarse. Y hasta el café fue descubierto por un pastor etiope al ver cómo sus cabras tenían un comportamiento algo peculiar después de haber comido ciertos granos.

Colocarse: una forma como otra cualquiera de hacer el animal. Yo, por mi parte, voy a hacer la cabra un poco ahora mismo.

sábado, 12 de febrero de 2011

La vagancia...una virtud...


Susan Moore, declarada por el periódico The Sun como la persona más vaga del Reino Unido. La buena mujer, que no ha realizado actividad laboral alguna y vive de las distintas ayudas que le concede el Estado, lleva en paro casi veinte años, durante los que no ha asistido ni a una sola entrevista de trabajo de las muchas a las que ha sido convocada. “No soy un parasito, lo que pasa es que no me han llamado para ningún trabajo para el que me considere capacitada” ha declarado. El mismo periódico decidió ofrecerle un trabajo para los fines de semana, ella lo rechazó -sin tan siquiera preguntar las condiciones- alegando que… ”los sábados voy de compras y los domingos me gusta quedarme en casa y relajarme".
Todavía hay gente que no se vende por un plato de lentejas. Todavía hay gente con principios. Para que luego digan.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Lo de las encuestas es lo que tiene...


Lo de las encuestas es lo que tiene. Siempre te dejan con una sensación de desazón e intranquilidad. Aparte de en la consulta del médico no creo que haya otro sitio en el mundo donde mintamos más y metamos más bolas por minuto que en aquellas encuestas empeñadas en preguntar por nuestra vida coyundal (de la coyunda, vamos)
Filosofadas baratas aparte, el caso es que, según un estudio encargado por una asociación subvencionada por cierto ministerio (ya desaparecido), a pesar de que más de la mitad de los españoles dedica apenas veinte minutos –con los preliminares incluidos- a darle alegría a su cuerpo en cada una de las 2,34 veces (las estadísticas son así) a la semana que puede/quiere hacerlo, en general nos sentimos muy satisfechos. De hecho, casi el 60% de los encuestados lo está. ¡Ah, y un 30% declara sentirse muy satisfecho!

Además, y como colofón, parece ser que hombres y mujeres, (al menos los de la encuesta... y al menos eso dicen), se puntúan como amantes con una nota media de 7,28 sobre 10. Está bien eso de quererse a uno mismo, aunque sea colectivamente.

Pues será el sol, las tapitas, el clima y el optimismo mediterráneo que derrochamos…porque si con 22 minutos de triquitraque todoincluido ya somos así de felices y de bien fo-lla-dos (con perdón) ¡Qué apañados que somos! ¿Verdad?

sábado, 5 de febrero de 2011

Una de vírgenes


Por más escépticos y desconfiados que seamos, todos creemos en algo, necesitamos creer en algo, aunque ese algo no lo hayamos visto ni, lo más seguro, lo lleguemos a ver nunca. Frase filosófica ésta habitual en los manuales de autoayuda (que como todos hemos comprobado alguna vez no sirven para nada) que explicaría el por qué cualquiera es capaz de creer en cualquier estupidez con tal de que le interese hacerlo. Y sí, va de eso.

Resulta que en la corte del rey Jaime I de Inglaterra, en el mil seiscientos y pico, la única manera de saber si una mujer era o no era virgen, ¡con toda la seguridad y confianza, por supuesto!, consistía en mirarle los pechos. Y precisamente por eso, todas las doncellas iban con ellos completamente al descubierto. Cualquier formal y educado caballero de la época sabía que las areolas de los senos se oscurecían cuando las mujeres tenían relaciones sexuales y estas mismas eran de un color mucho más claro si las señoritas eran vírgenes.
Para que luego digan que entratándose de la virtud de la mujer, los hombres siempre han sido desconfiados por naturaleza. Pobres pardillos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Los conjuntos....


Dos conjuntos disjuntos formaban un conjunto vacío... luego hablaban de la lista de los reyes godos... pero ¿entendió alguien alguna vez que era eso de los conjuntos?, ala!! sí, venga, más, derivadas, integrales, quebrados...todavía deben de andar miles de ecuaciones de segundo grado esperando a despejar su incógnita. Pero ¿de que coño servia todo aquello? Luego uno se topa con la realidad más sangrante, se cae un botón y el grito de desesperación es una oposición con nota a emular a Tarzán, eso sí, uno puede recitar de corrido los silogismos en versión latina y quedar como dios pero lo de que el botón se sujete a la camisa... eso si que es para nota.

Enfrentarse por primera vez a una aguja con su hilo y todo para quien ha tenido una madre que se pasaba la vida cosiendo no deja de ser de lo más familiar... pero solo si se quedará en eso... el problema empieza cuando son las manos propias las que tienen que enfrentarse a la gran prueba.

La decisión de la batalla por el botón se retrasa todo lo que uno puede y más, pero siempre llega la hora, para todo siempre llega la hora que dicen los filosóficos de la vida. Bueno la frase queda bien pero no deja de tener sus matices, al fin y al cabo la mayoría nos pasamos la vida esperando miles de cosas que no llegan nunca... pero no es cuestión de irse por otro lado, estamos en la primera fase de la gran prueba, una camisa, un botón bailarín que hay que recoger mil veces del suelo, una caja llena de hilitos de colores y la gran protagonista de la ceremonia: la aguja.

A las primeras de cambio uno se da cuenta de la verdadera naturaleza de una aguja, el aparato en cuestión es una máquina de tortura, domesticada si se quiere, pero de tortura, vas confiado a hacer lo que miles de veces has visto a tu abuela, que con una habilidad pasmosa pasaba el hilo por el diminuto agujero de la punta... pero ¿como lo hacia la buena mujer?... es el primer mosqueo, si una señora vieja, con temblores y operada de cataratas era capaz de enhebrar la aguja como mucho a la segunda que coño estoy haciendo yo intento tras intento sin resultado...

Bueno, ningún resultado exactamente no, cada tres intentos y con una precisión matemática la punta de la aguja se clava en algún dedo y la boca se va llenando de hilitos de forma directamente proporcional a los intentos cada vez más desesperados que te llevan a chupar una y mil veces la del hilo para que quede lo más fino posible.

El resultado, al menos de la primera vez, se queda solo en el intento y en auto-justificaciones de un mal día por la presión de trabajo, por el perro que no deja de mirarte con cara de lastima o por lo baja que está la calefacción que no logra calentar la punta de los dedos de la mano... y claro a ver que abuela con la punta de los dedos fría es capaz de enhebrar una aguja.

Además esa camisa ya estaba muy gastada es normal que se le cayeran los botones y es mejor que la dejemos para trapos.