viernes, 29 de febrero de 2008

Sexos y gasolina



Hoy no tengo ganas de escribir, solo de hacerle la puñeta a la responsable de esta tortura que tiene una culpable muy clara: la mujer. Luego vendrán las quejas sobre mi misoginia, (por cierto: misoginia y machismo no tienen nada que ver), pero a ver de quien es la culpa de estar en esta situación, si no es de dos víboras, la una tentando y la otra dejándose tentar hasta por una manzana. A ellas van dedicadas las siguientes líneas. Solo unas breves pinceladas a modo de ejemplo, que demuestran, en toda su crudeza, la sangrante realidad que tenemos que padecer cada día.
- Forma de poner gasolina un hombre:
Llega a la gasolinera y apaga el coche. Sale del coche y se dirige a caja para solicitar la cantidad que desea poner. Coge la manguera, llena el deposito (se le sale un poco pero no lo limpia). Entra en el coche, arranca y se va.
- Forma de poner gasolina una mujer:
Llega a la gasolinera y apaga el coche, pone el freno de mano y cierra el seguro de la puerta. Mientras espera creyendo que vendrá alguien, se retoca el maquillaje.
Incomprensiblemente no viene nadie. Da lo mismo, a grandes males grandes remedios, hay que ser una mujer liberada. Quita las llaves y las mete en el bolso, saca los guantes con la bufanda a juego, se los pone y sale del coche estirándose la minifalda y tirando de la goma de las bragas varias veces. Se quita el guante derecho, saca las llaves del bolso, cierra el coche, se pone el guante y se dirige a caja.
Se quita el guante, abre el bolso y saca un paquete de Kleenex, la agenda y por fin el monedero. Vuelca la calderilla y pide 14,23 € de gasolina (2.367 pts para los mayores de 30 años). Ante la pregunta respecto al tipo de gasolina, se gira, mira el coche, levanta los hombros, intenta acordarse de la ultima vez que su marido puso gasolina y por fin decide que va a poner Súper, porque es un punto medio, ni Normal ni Súper Plus.
Busca las llaves en el bolso, guarda el monedero, el guante, los Kleenex y la Agenda. Abre el coche, deja el bolso, abre el tapón de la gasolina. Se quita el otro guante.
Coge la manguera, estira pero no llega, el coche no esta arrimado y el deposito se encuentra en el lado contrario al surtidor. Cuelga otra vez la manguera, cierra el tapón de la gasolina, quita el bolso del asiento, pone en marcha el coche y lo arrima un poco más. Se retoca el maquillaje.
El coche tiene una rueda prácticamente encima de la acera en donde se encuentra el surtidor por lo que al no poder abrir la puerta del conductor opta por salir por la del acompañante; quita el bolso del asiento del acompañante, pasa el culo a este, gira sobre si misma con las piernas encogidas pues la ropa ceñida le impide separarlas, abre la puerta y por fin sale, eso sí, estirándose la minifalda. Cierra la puerta. Va a abrir el tapón de la gasolina, pero las llaves se han quedado puestas en el contacto por lo que abre la puerta del acompañante y se mete de cabeza en el coche para alcanzarlas.
Abre por fin el tapón, mete la manguera, pone la gasolina que como siempre, se sale un poquito. Busca un trapo, no lo hay. Abre el coche, coge el bolso, saca el paquete de kleenex, limpia las gotitas de gasolina que se han derramado y cierra el tapón
Abre el coche, deja el bolso en el asiento de atrás, entra a gatas por el asiento del acompañante, se sienta en su sitio, abre la guantera, saca una toallita perfumada (¿adonde voy a ir yo oliendo a gasolina?), se retoca el maquillaje, arranca el coche, sale de la gasolinera y quita el freno de mano
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Por cierto: Si no os habéis dado cuenta, la señorita lleva un cigarrillo entre los dedos.

sábado, 23 de febrero de 2008

La agonía de una gota






Aquella mañana parecía ser como cualquier otra, la ciudad despertaba lentamente, las luces de neón desaparecían y las marquesinas se iban apagando como velas que se consumen. Los trasnochadores huían de los primeros rayos de sol y el sonido de la gran ciudad iba creciendo a cada momento, como un palpitante corazón, que activa su ritmo ante el esfuerzo físico, sin embargo, no sería como cualquier otra, cerca de las 11 de la mañana, las amas de casa que lavaban sus enseres y ropas, notaron que el chorro de agua que fluía del grifo, decreció y se apagó. Algunas maldijeron, otras se lamentaron y gimotearon, no faltó la que golpeaba los cubos a patadas y los grifos, y las más se encogieron de hombros, “...ya volverá...”. La comida estuvo tarde, los cacharros no pudieron lavarse, en la calle no se vendió alimentos y los puestos de agua fresca agotaron sus existencias, los inodoros se empezaron a convertir en un gran problema, pero a pesar de todo aquello, existía la esperanza, “...volverá...”, pensaban.
El tercer día, todos fueron al trabajo sin ducharse ni asearse, los transportes y las oficinas olían mal, y muchos restaurantes tuvieron que cerrar; los frigoríficos, así como los aparatos de aire acondicionado, no funcionaron. En los supermercados las latas de zumos, de conservas, los refrescos, se agotaron en las primeras horas de la mañana, por supuesto, escaseó la leche hasta desaparecer. En las calles empezaron a quedarse parados algunos vehículos por falta de líquido, el transito para las primeras horas de la tarde, se detuvo por completo. El agua no volvía, la gente pensó en todo para conseguir el vital líquido, secaron las fuentes con esponjas, sacaron el agua de los radiadores, rompieron tuberías para chupar hasta las últimas gotas, y por último, recurrieron a los charcos y alcantarillas; al sexto día, la asistencia a los trabajos fue nula, aquello se había convertido en un problema tal y tan grande, que nadie se podía dar el lujo de pensar en otra cosa que no fuese el agua. La ciudad apestaba, el olor que despedían las casas y las calles era nauseabundo por todas partes; se encontraban desperdicios, excrementos, basura; muchas personas empezaron a emigrar a otros lugares en busca del agua, siempre en busca del agua.
La ciudad empezaba a morir rápidamente, se encontraba totalmente paralizada, los caminos obstruidos por cientos de vehículos inservibles. Para el décimo día, la ciudad sólo era podredumbre y devastación, el éxodo comenzó a generalizarse y por las carreteras se veían miles de personas emigrando a otras ciudades, con la esperanza de encontrar agua; no había luz ni servicio en los teléfonos, las comunicaciones estaban interrumpidas por el personal que abandonaba sus puestos de trabajo, no había vida posible. En el decimoquinto día, no quedaba habitante alguno en la ciudad, todos la habían abandonado, la peste lo inundaba todo, el aire era irrespirable, la era del agua había terminado por fin; ya no habría personas que lavaran día tras día sin necesidad, ni quien limpiara el barro de los cristales del coche mientras el agua se perdía por la alcantarilla, ya no más duchas ni baños tranquilos de 20 o 30 minutos, con agua caliente mientras casi se dormían en ellos, ya no más lavados de enseres con grandes cantidades de agua, ya no más mangueras abiertas serpenteando sobre la acera u olvidadas, mientras su líquido venoso se pierde, ya no más piscinas con aguas renovables continuamente, ya no más fugas de agua, de las que nadie hace caso, ya no más........
Pasado un mes, un hombre sudoroso y con la ropa hecha jirones, se acercó a la ciudad, tras él, una mujer con un niño en brazos, trastabillaban, llevaban los labios partidos por la delgadez, sus ojos se hundían, los huesos de sus caras sobresalían desmesuradamente, el hombre, primero en llegar, se cubrió la nariz con la mano, el olor daba náuseas, cayó de rodillas en mitad de la calle, la mujer llegó hasta él, sollozando desesperada, “...no es posible...”, gritó ella, aferrándose a los hombros de su esposo, “...sí...”, contestó el resignado, el agua se ha terminado en todo el mundo, para siempre, alcanzó a decir, al tiempo que veía a su pequeño hijo morir deshidratado en sus brazos.
Frase: En nuestras manos está el destino del mundo, no malgastes lo que tenemos.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Recomendaciones al uso



Hace bastantes días recibí un E-mail de parte de una amiga que me preguntaba, ¿Cómo cambiar mi vida?, la verdad es que lejos de ser una pregunta complicada, voy a tomar la pregunta desde un punto de vista muy personal, y voy a contestarle desde mi perspectiva.
Yo se que todos los seres humanos somos distintos, que vivimos y confrontamos situaciones de distinta manera, según sean nuestras experiencias de la vida pasada, pero si dejamos de lado estas variables, algo así como aparcadas en el olvido, podríamos encontrar la manera de producir un cambio, que a juicio personal, pasaría por incorporar o reincorporar estos hábitos en nuestras vidas.

1.- Deja las quejas a un lado y hazte cargo de la situación.
2.- No seas parte del conflicto, se parte de las soluciones.
3.- Aprende algo nuevo cada cierto tiempo.
4.- Asume nuevas responsabilidades y desafíos.
5.- Comparte lo que sabes.
6.- Aprende a trabajar en equipo.
7.- Sé un líder, no un jefe.
8.- Desarrolla tus habilidades para ver y escuchar.
9.- Busca oportunidades constantemente.
10.- Aprende a manejar tus estados de ánimo.
11.- Trabaja para vivir, no vivas para trabajar.
12.- Persigue tus sueños, no el de otras personas.
13.- Ama a tu familia, y pasa más tiempo con ellos.
14.- Hazte cargo de tus actos y sus consecuencias.
15.- Persevera en las cosas que crees.
16.- Lucha por que el objetivo final de tu vida sea el de ser feliz.

viernes, 8 de febrero de 2008

Carácter y arrepentimiento



¿Cuantas veces nos hemos arrepentido de haber dicho algo malo o de hacer sentir incomodo a algún familiar o amigo?.
Muchas veces sin querer ofendemos a las personas que más queremos, no porque queramos, sino porque simplemente no podemos manejar nuestros estados de ánimo, y de esta manera, sin querer, en algunas ocasiones a pesar de las disculpas, el daño es irreparable...
Muchas veces le he contado esta fábula a más de un amigo, pero nunca la había escrito en mi blog, bien hoy lo comparto con todos vosotros y espero que os sirva.
Había una vez un niño que tenía muy mal carácter. Un día su padre, le dio una bolsa con clavos y le dijo, cada vez que pierdas los nervios, debes clavar un clavo en la puerta de la casa.
El primer día, el niño clavó 37 clavos..., al día siguiente 35, al siguiente 28... Pero poco a poco, fue tomando conciencia y calmándose, pues descubrió que era muchísimo más fácil controlar su carácter, que clavar los clavos en la puerta.
Finalmente, llegó el día en el que no perdió los nervios para nada..., y se lo dijo a su padre. Entonces el padre le sugirió, que por cada día que controlara su carácter, debería sacar un clavo de la puerta.
Los días pasaron y el niño pudo finalmente decirle a su padre que ya había sacado todos los clavos... Entonces el padre llevó de la mano a su hijo frente a la puerta..., y le dijo. “Mira hijo, has hecho bien, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron...La puerta nunca volverá a ser la misma de antes...”. Cuando dices o haces cosas que duelen, dejas una cicatriz como estos agujeros en la puerta...Es como clavarle un cuchillo a alguien; aunque lo vuelvas a sacar, la herida quedó hecha...No importa cuantas veces pidas disculpas, la herida está ahí... Y la persona nunca volverá a ser la misma...”

Frase : “ Lo que mancha al hombre, no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella”.- Mateo, Cap. 7 vers. 14/15.

domingo, 3 de febrero de 2008

Mi otra mujer



Después de veinte años de matrimonio, descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor. Desde hace poco tiempo había comenzado a salir con otra mujer. En realidad había sido idea de mi esposa. Tú sabes que la quieres, dijo un día, tomándome por sorpresa, la vida es muy corta, dedícale tiempo; pero yo te quiero a ti, le contesté, lo sé...pero también la quieres a ella. La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, viuda desde hacía 19 años; pero las exigencias de mi trabajo y de mis dos hijos, hacían que sólo la visitara ocasionalmente.
Esa noche la llamé para invitarla a cenar e ir al cine. ¿Qué pasa, estás bien...?, me preguntó.
Mi madre es del tipo de mujer que una llamada tarde, de noche o una invitación por sorpresa, es indicio de malas noticias. Creo que estaría bien que estuviéramos algún tiempo juntos, le respondí, los dos solos, ¿qué opinas?.
Reflexionó sobre ello un momento, me gustaría muchísimo, me dijo. Ese viernes, mientras conducía para recogerla al salir del trabajo, me encontraba algo nervioso, era el nerviosismo que antecede a una cita, y cuando llegué a su casa, vi que ella también estaba muy emocionada.
Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había rizado el pelo, y llevaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas.
Su rostro sonreía, irradiaba luz, como un ángel. Le dijo a sus vecinas que iba a salir con su hijo y se mostraron muy impresionadas, me comentó mientras subía al coche, no pueden esperar hasta mañana para saber de nuestra cita.
Fuimos a un restaurante no muy elegante, sí muy acogedor; mi madre se aferró a mi brazo como si fuera la primera dama del país. Cuando nos sentamos, tuve que leerle el menú, sus ojos sólo veían grandes figuras. Cuando iba por la mitad de los entrantes, levanté la vista, mamá estaba sentada al otro lado de la mesa y me miraba, una sonrisa nostálgica se delineaba en sus labios. Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño, recuerdas....; entonces, espero que te relajes y me permitas devolverte el favor, le respondí.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día con la vida del otro, hablamos tanto que nos perdimos el cine.
Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitarte, dijo mi madre. Cuando la llevé a casa, asentí, la besé, la abracé.
Como fue tu cita, quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche, muy agradable, gracias, mucho más de lo que imaginé, le contesté.
Días más tarde, mi madre murió de un infarto múltiple, todo fue tan rápido, no pude hacer nada.
Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo, con una nota que decía.....”La cena está pagada por anticipado, estaba casi segura de que no podría estar allí, pero igual pagué para dos, para ti y para tu esposa, jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mi. Te Quiero, Mamá....”

viernes, 1 de febrero de 2008