jueves, 27 de enero de 2011

Ley del vago


La ilusión de cualquier vago vocacional (de los de verdad, de los que lo llevamos en la sangre... que hay mucho vago aficionado que dice ser vago sólo por moda mientras su espíritu de tal deja mucho que desear) es que, ya que hay que estar en el trabajo, uno tenga que esforzarse lo mínimo imprescindible. Peeeeeero sin olvidar un importante detalle: que no se note... O al menos que no se note mucho.
Parece que he encontrado la solución para poner en marcha tan ardua tarea (no trabajar sin que se note... no es nada fácil, lo hemos comprobado todos) en uno de los libros más prácticos que he leído últimamente, su título: "Manual de supervivencia para vagos y afines" y su lema es de los de seguir al pié de la letra: "Los perezosos viven para los placeres de la vida, pero el trabajo no es uno de ellos".
- Primera norma: Ser lento. Hay que hacer el trabajo que nos encarguen muy despacio, el resultado es infalible siempre que uno no se pase. El truco consiste en "vender" que lo que estamos haciendo es algo muy importante y que requiere mucho tiempo y atención. Es infalible, nadie te dará más trabajo hasta que no acabes la "complicada" tarea que tienes entre manos.
- Segunda: Hacerse notar. Para esto se necesita un poco de práctica pero se acaba consiguiendo, suele ser efectivo pasear de arriba abajo mientras explicas a todos lo complicado que resulta el trabajo que realizas. Si hay alguna posibilidad de salir, también es efectivo que cuando uno se escaquee deje bien claro que tiene una cita de trabajo imprescindible, además de dar prestigio, podrás desayunar a gusto.
- Tercera: Quejarse sin razón. Todos sabemos que una mentira repetida cien veces al final se convierte en verdad, por lo tanto nada mejor que repetir alto y claro la cantidad de trabajo que tienes, algo que además te permitirá hacer otras cosas sin que los demás te señalen como un vago.
- Cuarta: Ponerse enfermo. Algo muy útil, sobre todo ciertos días, pero de lo que conviene no abusar. Hay que tener siempre preparado el terreno encargándose de pregonar los días antes la cantidad de trabajo que hay esa semana y lo agobiado que estás, para que hasta el jefe piense que te has quedado en la cama por puro agotamiento laboral.
- Y quinta: Pedir siempre consejo a los demás sobre la tarea que uno realiza pero no aportar ideas nunca. Así te evitarás un trabajo innecesario ya que si sigues lo que te digan los demás no tendrás que malgastar tu tiempo pensando en ideas propias y, lo que es mejor, si algo sale mal sabrás a quien echarle la culpa.

A practicar, a practicar, a practicar....

viernes, 21 de enero de 2011

La medicina de antaño en mi casa


Que no digo yo que prevenir no sea bueno, tampoco es eso. Pero cada vez me angustia (y este "angustia" es un decir para quedar bien porque la verdad es que me la trae al pairo) la angustia (ésta sí suele ser de verdad) de los padres empeñados en acabar en urgencias cada vez que nota que el niño carraspea y los que, una vez allí, sólo les falta darle al MIR de guardia la lista de todo lo que pudiera tener la criatura impresa directamente del google, en negrita y a doble espacio. Enfermedades tropicales incluidas.
Antes era todo más fácil. Daba igual que aparecieras en casa con un rasguño o con el ojo en la mano, la solución siempre estaba en una caja de zapatos, botiquín multiusos con forma (curiosamente) de caja de zapatos, que se concentraba, en sus cuatro productos estrella, el mejor servicio de urgencias de cualquier hospital: aspirinas, alcohol, mercromina y agua oxigenada.
Y ahora que me acuerdo, tengo yo una frustración de por aquel entonces; por alguna extraña razón sólo unos pocos afortunados en el barrio llegaban a tener tiritas en las heridas, algo que yo siempre pedía y a lo que siempre me contestaban de la misma manera: "¿Tititas?, no, las tiritas se han acabado, toma un cacho algodón y aprieta".
Cosas de antaño...

lunes, 17 de enero de 2011

Gimnasia de mantenimiento


Entre viaje y viaje del Imserso, se está extendiendo entre las jubiladas una extraña obsesión por asistir a cursos gratuitos de gimnasia de esos que organizan los ayuntamientos. Está bien, dicen que las ventajas de hacer deporte son muchas (o eso me han contado.. que en ciertos temas solo puedo hablar de oídas) pero lo que no acabo de entender es la manía que tienen de ponerles a estos cursos la coletilla “de mantenimiento”. A ver, ¿mantenimiento de qué? Visto el percal de las clientas y/o usuarias, estilismos aparte, ¿qué pretenden poniéndole semejante apellido? Cualquiera que llegue y vea lo voluminosas que está la mayoría de la clientela sacará la misma conclusión: cursos de gimnasia para mantenerse qué... ¿gordas?
No se yo si así se fomenta el deporte, no sé yo.

viernes, 14 de enero de 2011

Manias femeninas


El mundo tiene asumido que la mujer, desde tiempos inmemoriales, es quien tiene la sartén por el mango. Hasta ahí todos de acuerdo. Y que son más inteligentes, también. Partiendo de esta irrefutable afirmación solo un pero. Si son tan listas, ¿por qué no han inventado (o mandado inventar) algún mecanismo por el que las tapas de los retretes, la de los geles y las de la pasta de dientes se cierren de forma automática? Son a ellas a que les molestan estos detalles que a los demás nos da exactamente igual. Y es que, inquieta que uno esté tranquilamente en su casa, llegue cualquier cuñada, mee en tu retrete y encima te afee lo de la tapa. Por ejemplo. Y es, solamente, un suponer. !Por supuesto!
A ver si resulta que no son tan listas como nos han contado... O sí, y resulta que lo que buscan es una disculpa para poder protestar a sus anchas. Sí, va a ser eso.

martes, 11 de enero de 2011

Los Falashas


Los falashas, judios de origen etiope, una tribu que se autodenomina “feliz” -lo dicen ellos, no yo-, colocan a sus mujeres menstruantes en las llamadas casas de sangre, espacios en las que son recluidas durante siete días, los justos para que esa impureza demoníaca desaparezca. Y lo hacen ellos, no yo. Así, además, evitan que los humores que desprenden los exciten y tengan relaciones que dejen en sus penes el veneno. Y lo dicen ellos, no yo.

Durante esos días los maridos pueden cohabitar (bíblicamente) con cualquier mujer –que esté, por supuesto- dispuesta a ello sin que se considere que está cometiendo infidelidad de ningún tipo. Y lo hacen ellos, no yo.

La globalización cultural es mucho más necesaria que la económica para el bienestar de la personahumana. A las pruebas me remito. Hay tradiciones que deberían de ser importadas ya. Y lo digo yo, que ellos no sé que pensarán. Aunque no parece que les vaya mal, no.

martes, 4 de enero de 2011

Pulverizador, Arregla-corbatas....- Oficios varios-


Nunca he tenido muy claro si la dolorosa, insufrible, e injusta condena de tener que venir a trabajar cada día (algo que no se merecería ni el peor enemigo) empezó con el desagradable incidente de la manzana en el paraíso o venía incluida en alguna enmienda adicional de las siete plagas de Egipto. Tampoco importa mucho. Ahora no se trata de buscar culpables sino de intentar remediar la situación. Ya que hay que trabajar, busquemos la forma menos dolorosa de hacerlo.
Una vez descartado lo de actor porno (mis cualidades naturales, perfectamente demostrables, no han podido con los enchufes que controlan el negocio – digan lo que diga la gerontofilia está ahí y uno siempre iba a tener su público-) creo haber encontrado un trabajo que cumple, dentro de la obligatoriedad de tener que trabajar, mis expectativas.
Si en principio pensé en aspirar a la plaza de porta corbatas, figura creada por Luís XV de Francia cuyo único cometido era abrocharle y desabrocharle la corbata al rey (una corbata que sólo llegó a usar una vez en su vida), he pensado mejor que voy a ofrecerme como vaporizador natural, un empleo instituido por Popea, esposa de Nerón la cual, en una época en la que aun no se habían inventando los vaporizadores, tenía por costumbre que una esclava se llenase la boca con perfume y lo pulverizase sobre su rostro y cuerpo.
Sí, evidentemente hay que trabajar un poco más que siendo porta corbatas, pero sólo la idea de escupir directamente a la cara del jefe todos los días y que encima te paguen por ello, tiene que compensar. Seguro.
Se me ocurren ahora que lo pienso, algunos trabajitos que serían del todo provechosos para esta época en la que entramos, y que tan a disgusto soportamos los que tenemos que trabajar, estos pueden ser del tipo: “Mueble”= ( tocador de señoras ); encargado de vestuario en una película porno, ayudante del porta corbatas ( a turnos –claro está- ); comadrón en el Vaticano, etc....
En fin, de ilusión también se vive.

sábado, 1 de enero de 2011

Efusividad y multa a la italiana


Éboli, Italia, año 2008, su alcalde dicta una ley (en italiano) según la cual son motivos de sanción “las demostraciones efusivas de amor realizadas en un coche situado en una vía pública”. La multa es de 500 euros (con descuento por pronto pago, eso sí).
Menos mal que la ley es en Italia y –sobre todo- que el 2008 (y más el 2011) ya me coge algo mayor para andar expandiendo mi furor en determinados espacios sin riesgo de acabar con las articulaciones perjudicadas, pero si me llegan a clavar 500 euros cada vez que me puse efusivo en cierto Seat 124, todavía estaría pagando un crédito millonario.