martes, 20 de julio de 2010

Historia de los cubiertos

PERMISO PARA CONDUCIR DROMEDARIOS, SI, SI... DROMEDARIOS


HISTORIA DE LOS CUBIERTOS
Comer del mismo plato, y con la mano, o beber del mismo vaso, siempre han sido símbolos de amor y de unidad, convertidos incluso en liturgia por el cristianismo. Entonces, ¿cómo han llegado a estar tan condenados estos actos por las normas de las buenas maneras? ¿Quién tiene la culpa de que uno quede como un puerco por atreverse a usar las manos en la imprescindible tarea de alimentarse?

Cuentan que el tenedor llegó a Europa procedente de Constantinopla, donde ya eran muy finos, allá por el siglo XV. Teodora, la hija del emperador bizantino Constantino Ducas, lo llevó a Venecia, al casarse con el dux de aquella república. Costó que se pudiera de moda porque se consideraba -y no iban muy descaminados- una extravagancia; tanto que llegaron a condenarlo desde los pulpitos de la época como intrumentum diaboli, por lo complicado que resultaba usarlo para comer algunos alimentos como la pasta. Pero el tiempo ha dado la vuelta a la tortilla y ahora si hacemos caso a las buenas maneras sólo está permitido usar las manos para comer las alcachofas, los espárragos (siempre agarrándolos por el tallo) y las cerezas, y, si acaso, para pelar los plátanos y partir el pan siempre que ya esté servido en la mesa.

Pero es que, aunque uno quisiera poner en práctica tan complicadas instrucciones protocolarias, nunca acabaría acertando. Ni entre ellos se ponen de acuerdo. Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, decía "el corazón es un traidor, hay que tenerlo cerrado con siete cerrojos", tal vez por ahí van los tiros de la recomendación de las gentes de esta organización a sus numerarios de que coman los plátanos con cuchillo y tenedor. Pero los que no militamos en tan sufrido grupo, todos los que fuimos carne de colegio público en un extrarradio de provincias, ¿podemos pelárnoslo con las manos sin acabar condenados al fuego eterno? ¿Sufrirá mucho nuestro corazón por sentir la suave textura de nuestro plátano entre el índice y el pulgar?

Para gustos colores, y será todo el pecado que quieran, pero pocos placeres se pueden comparar a disfrutar tranquila y delicadamente de un buen plátano -del tamaño que a cada uno más le guste- mientras lo estás pelando con una mano habilidosa. Y es que, nadie se pela el plátano como uno mismo.

viernes, 16 de julio de 2010

Invitación a cenar en verano

PERMISO PARA CONCUDIR CAMELLOS, SI, SI, CAMELLOS....


INVITACION A CENAR EN VERANO, UN VERDADERO PELIGRO....

Hay frases que dichas en determinadas épocas del año, son capaces de, con sólo oírlas, desencadenar los temores más escondidos de una persona.
Escuchar en verano cuando alguien te invita a cenar eso de " no os preocupéis, será una cena ligera y fresquita..." y echarse a temblar es todo uno.
La traducción de "una cena fresquita" siempre viene a ser más o menos la misma, una colección interminable de platos insípidos dónde lo rojo y verde domina cualquier rincón por muy escondido que este esté.

Decía Nestor Lujan que todos los imbéciles que conocía acostumbraban a comer ensaladas. Lógicamente, añadía de inmediato que eso no quería decir que todo el que comiera ensaladas era un imbécil. Pero ahí lo dejaba.

Para rematar la faena, últimamente además de "cena fresquita y ligerita" se está poniendo de moda añadir lo de "divertida", el caso es que yo nunca he visto a nadie reírse por comer una ensalada, más bien provoca algo así como tristeza ver en el plato esa mezcla de lechugas adornadas con comida para pollos.
Debe de ser que mi sentido del humor se va de vacaciones en cuanto nota un poco de calor, pero por más que miro no le encuentro la gracia a las ensaladas tan "ligeras" y tan "fresquitas",
Cosas de la edad probablemente.