domingo, 25 de enero de 2009

Cápsulas y pastillas

En aquel momento uno se lo tomó a guasa. Una guasa más de las que soltaba aquel señor para hacer la clase más distendida. Sin embargo la experiencia se ha encargado de demostrarme (como tantas otras veces) que aquella afirmación estaba cargadita de razón: decididamente somos idiotas.
No importa que tengan el mismo principio activo, que contengan la misma dosis o que, incluso, tengan un mismo nombre comercial: los medicamentos cuyas cápsulas o pastillas sean de color rojo o negro curan más.
Somos tan sugestionables que la forma, el tamaño, el color y hasta el precio de los fármacos determinarán un mayor o menor efecto del mismo.
Así, un medicamento compuesto por pastillas o cápsulas de color "blanco", de un tamaño mediano y de un precio "bajo", suele ser percibido por quien lo recibe como mucho más "débil" que uno que contenga pastillas o cápsulas rojas o negras, de un tamaño grande (o muy pequeño) y un precio elevado. Además, las cápsulas amarillas será percibida por la mayoría de los enfermos como "estimulantes", mientras que las azules o las verdes les darán sensación de "tranquilidad".
Y lo que es peor, si al recetarlo el médico alaba las ventajas del producto "vendiéndoselo" al paciente como "muy potente" y "muy complicado" en su forma de actuar, está comprobado que su eficacia aumenta entre un 25 y un 75%

Decididamente somos idiotas..

Cápsulas y pastillas






En aquel momento uno se lo tomó a guasa. Una guasa más de las que soltaba aquel señor para hacer la clase más distendida. Sin embargo la experiencia se ha encargado de demostrarme (como tantas otras veces) que aquella afirmación estaba cargadita de razón: decididamente somos idiotas.
No importa que tengan el mismo principio activo, que contengan la misma dosis o que, incluso, tengan un mismo nombre comercial: los medicamentos cuyas cápsulas o pastillas sean de color rojo o negro curan más.
Somos tan sugestionables que la forma, el tamaño, el color y hasta el precio de los fármacos determinarán un mayor o menor efecto del mismo.
Así, un medicamento compuesto por pastillas o cápsulas de color "blanco", de un tamaño mediano y de un precio "bajo", suele ser percibido por quien lo recibe como mucho más "débil" que uno que contenga pastillas o cápsulas rojas o negras, de un tamaño grande (o muy pequeño) y un precio elevado. Además, las cápsulas amarillas será percibida por la mayoría de los enfermos como "estimulantes", mientras que las azules o las verdes les darán sensación de "tranquilidad".
Y lo que es peor, si al recetarlo el médico alaba las ventajas del producto "vendiéndoselo" al paciente como "muy potente" y "muy complicado" en su forma de actuar, está comprobado que su eficacia aumenta entre un 25 y un 75%

Decididamente somos idiotas..

lunes, 19 de enero de 2009

Arma de seducción.

Anatómicamente el pene no es más que un simple tubo formado por dos mitades, mitades que, además, nunca son iguales. Esta asimetría hace que la mayoría tengan una ligera desviación en cualquier dirección: hacia arriba, abajo, a derecha o a izquierda.
Naturalmente las utilidades básicas de este tan apreciado tubo son más que conocidas por todos, (o por casi todos), lo que a buen seguro ya no es tan conocido, son las utilidades alternativas que algún gracioso ha hecho del tubito en cuestión. No del suyo, claro, sino del de los demás.
El faraón Menopto que reinó, como faraón que era, en Egipto, más o menos por el año III a. de C., tras vencer a sus enemigos los sirios, mandó cortar más de 13.000 (trece mil) penes, trofeo que exhibió para demostrar su gran victoria.
Y como hay que aprovecharlo todo, -especialmente ahora que estamos en crisis- el sultán Key Coubat I de los Selyúcidas, una importante dinastía turca de Oriente Próximo, que gobernó el oriente musulmán por los siglos XI y XII, ha pasado a la historia por fabricar 300 tiendas de campaña para su ejército con los escrotos de 30.000 enemigos capturados en la batalla.
Y luego dicen que lo del reciclaje es un invento moderno...

Frase: “Se llega más lejos con una palabra amable y una pistola, que sólo con una palabra amable". (Robert de Niro, en Los Intocables de Elliot Ness, Brian de Palma; 1977)

miércoles, 14 de enero de 2009

Colas y más colas...

Una de las más viejas y arraigadas costumbres humanas consiste en ponerse en cualquier fila en la que alguien reparta algo gratis. Una afición cultivada al margen de que el artículo a regalar sea una mierda (que siempre lo es) o de que el 99% de los que estén haciendo cola ya tengan tres docenas de lo mismo en casa.
Como milenaria tradición mundial , vengo notando un notable aumento de la agresividad en el ambiente colistico del degratis. Si antes aguardábamos pacientemente a que nos regalaran la caja de cerillas o el globito que se explotaba en cuanto lo intentabas inflar, ahora basta con que te muevas un poco de la fila para que te empiecen a dar todo tipo de información acerca de, por ejemplo, la presunta actividad laboral de tu madre. Y eso si tienes suerte y das con gente tranquila.
Aunque para ser justos hay que reconocer que esta agresividad en las cosas de balde ha existido siempre. Cuentan las crónicas que en la ceremonia de coronación del Zar Nicolás II de Rusia, en Moscú, se iban a entregar obsequios a todas las personas que participaban. Mientras estas personas estaban aguardando para recibir sus presentes, se corrió el rumor de que no había suficientes regalos para todos. Así comenzó una estampida hacia los mostradores con los regalos, y cientos de mujeres y niños fueron pisoteados y murieron.

Por aquí la cosa no llega a tanto (todavía), pero he notado que desde que los prejubilados, jubilados y/o pensionistas empezaron a alternar su misteriosa afición por mirar zanjas y obras con la de hacer cola allí donde ven alguna, los demás, pobres mortales, tenemos la batalla perdida. Tal y como se están poniendo las cosas –ellos cada vez son más y cada vez más agresivos- a lo único que podemos aspirar degratis es a alguna camiseta (que siempre queda grande) conseguida después de pelearnos con tres docenas de ociosos jubiletas bastón en mano.
Y todo para convertirnos en el soporte publicitario gratuito de cualquier caja de ahorros.

Esto de las colas ya no es lo que era.
Frase célebre: “Hay dos maneras seguras de llegar al desastre; una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable” (Francesc Cambó, 1876-1947; político español)

miércoles, 7 de enero de 2009

Dichosas Navidades

Hoy, siete de enero de 2009, fatídico día de vuelta al trabajo para algunos parias, el suelo de España va a soportar un peso de 115 millones de kilos más que antes de Navidad. Será la consecuencia de los entre dos y tres kilos que, según las estadísticas, habrá engordado cada español de media durante estas fiestas.
Ya no digo yo que la cosa sea un problema estético; al fin y al cabo -y aunque ahora anden un poco desprestigiadas- descendemos de culturas (la griega y la romana) en la que se consideraba que el mayor encanto de la mujer residía en que sus nalgas y brazos fueran regordetes y blancos como la nieve (una de las advocaciones de la diosa griega Afrodita -Venus para los romanos-, la divinidad del amor carnal, era Callipige, es decir, la de las bellas nalgas), sino un problema de tipo mucho más práctico: tengo yo mis dudas de que un suelo como el español pueda soportar -teniendo en cuenta que la cosa es acumulativa y viene ya de otras navidades- semejante tonelaje.
¿No correremos peligro, (por aquello que dicen de la gravedad -aunque yo siempre he pensado que es por el propio peso-) de acabar hundiéndonos?
No sé... es que 115 millones de kilos más en apenas dos semanas son muchos kilos.
Frase: "La sociedad está dividida en dos grandes clases: la de los que tienen más comida que apetito y la de los que tienen más apetito que comida". (Nicolas de Chamfort, 1741-1794, escritor francés)

lunes, 5 de enero de 2009

Los Reyes Magos

- La realidad es que ni sabemos que fueran tres, ni reyes, ni magos. La palabra “mago” viene del latín “Magi” y significa “hombre sabio. Este era el título que se les daba a las castas sacerdotales del soroastrismo, que cobraron fama internacional por su conocimiento de la estrellas.
Según el Evangelio de San Mateo (el único bíblico en el que aparece una referencia), varios hombres de ciencia llegaron a Belén guiados por un astro que les anunciaba el nacimiento de un rey judío. No se especifica cuántos eran, pero ya que traían tres ofrenda, la tradición cristiana ha hecho que fueran tres. Tampoco Mateo ni los textos apócrifos nos aclaran sus nombres, aunque hubo un tiempo en que se acordó que éstos fueran Melchor, Gaspar y Baltasar. Estas tres figuras representarían las tres razas conocidas de la antigüedad, los tres continentes (Asia, Europa y África) y las tres edades del hombre (la juventud, la madurez y la vejez.)
Los regalos, claro está tenían un significado. El oro, signo de reyes, simboliza la naturaleza real del recién nacido; el incienso, usado en los altares como ofrenda a Dios, su naturaleza divina; y la mirra, un producto embalsamador, su futuro sufrimiento y muerte. La leyenda dice que el apóstol Tomás los encontró en Saba y los bautizó. Después fueron consagrados obispos y sufrieron martirio; ya muertos fueron depositados en el mismo sarcófago. Sus restos, cuanta la tradición, fueron llevados a Constantinopla por Santa Elena, y viajaron posteriormente a las de Milán y Colonia. En esta última reposan junto a las coronas que se supone poseyeron en vida.
Melchor, Gaspar y Baltasar tienen diferentes nombres: para los sirios son Larvandad, Hormisdas y Gushnasaph; para los griegos, Appellicon, Amerín y Damacón; para los hebreos Malagath, Galgalath y Serakin. Por otra parte, otras leyendas dicen que venían en número de cuatro (el último llamado Artabán) de doce (idea sostenida por los armenios), o hasta de setenta (como afirman los coptos).
En la Iglesia Católica se interpreta que los tres reyes representan a los descendientes de Set, Cam y Jafet, hijos de Noé.
... historias aparte lo importante es que nos traigan todo lo que hemos pedido. Para eso están.

sábado, 3 de enero de 2009

Esos chollos...

Desde pequeñito tengo una especial manía por saber porqué las cosas se llaman como se llaman. Algún trauma infantil de la fase prenatal con proyección recidivante hacía alguna pulsión oculta... o algo así. Seguro.
Y no dejo de sorprenderme. Última adquisición: la palabra "chollo".
Resulta que la palabrita en cuestión, que solemos usar para hablar de aquellos negocios que parecen fáciles de hacer y que nos darán sus buenos rendimientos, tiene que ver con el nombre de un señor.
Cuentan las crónicas que en la corte que Carlos III se trajo de Italia al morir su hermano Fernando VI, vino cierto personaje amante de los negocios, un napolitano de nombre Cioglio, al que nada más llegar se le ocurrió poner sillas en el recorrido de las procesiones y los desfiles, alquilándoselas a quienes querían presenciar sentados el acontecimiento.
Tantas sillas y bancos alquiló (y tantas eran/son las procesiones y los desfiles en España), que a los pocos meses Cioglio se convirtió en uno de los hombres más ricos del país.
Vamos que si este tío no llega a aparecer resulta que ahora los chollos en vez de chollos se podrían llamar... no sé.. "billygatos"... por ejemplo.

jueves, 1 de enero de 2009

Feliz Año Nuevo 2009


Opciones para esta nochevieja.

Y entonces me empieza a recorrer un sudor frío, muy frío.

Una: quedarse en casa con la familia:

Brindar con esa alegría tan de manual y socorrida ella, "¡¡feliz año nuevo!!", aguantar a los inevitables metepatas que traen la cogorza ya puesta de la tarde, besarse alborozadamente con el mismo con quien hasta hace dos minutos y durante todo el año estabas a cara de perro, sacar todos el móvil para llamar a la vez en un concurso para ver quien es capaz de gritar más fuerte, divertirse por cojones bebiendo champaña o cava y comiendo hasta que los polvorones te salen por las orejas, aguantar que los primos lejanos, a los que no conoces de nada ni ganas, te pongan "tibio" con cuatro botes de espuma y te "inviten" inevitablemente a recorrer el comedor sorteando sillas y mesas, mientras suena “a mover la colita...”

Dos: salir:

El tráfico atascado y el frío de estepa siberiano, encontrase ochocientas personas donde sólo caben doscientas, hacer una hora de cola para dejar el abrigo y otra para recogerlo, una más para conseguir un zumo en la `barra libre' y un par de ellas para poder entrar en el cuarto de baño sorteando los vómitos. Aguantar a los hijos de su madre de los petardos, que se los podrían meter por donde el sol no brilla. Contemplar alguna pelea de órdago y a alguno llorando a las tantas, acabar con dolor de todo, que para eso siempre esa noche sienta mal el marisco o el puñetero pavo.

¿Y que tal meterse en la cama a las nueve después de cenar una sopita...? planificada con tiempo por supuesto.