viernes, 29 de octubre de 2010

Día de todos los Santos. Una de lápidas...


Ya lo he comentado alguna que otra vez: haber nacido cerca de un cementerio de provincias, marca. Y si además alguna novia adolescenta –de la que uno estuvo enamorado eternamente durante casi una semana- era hija de un marmolista lapidero que se llevaba el trabajo a casa, no tiene nada de particular que siempre vea con cierta simpatía todo lo relacionado con esos bloques de apartamentos apaisados, tan adornaditos de cipreses ellos, llamados cementerios.
Y más en estos días.
Valga la anterior introducción para justificarme por haber vuelto a encontrar -y a releer- un artículo, entre burlón y divertido, sobre curiosos epitafios capaces de resumir toda una vida en una frase. Como la de aquel individuo que jamás había estado enfermo y un día que se sintió mal, su familia insistió en llamar al médico y a pesar de negarse con todas sus fuerzas, acabó tomándose la medicina. El epitafio de su tumba lo dice todo: "Fallecido por voluntad de Dios y de un médico imbécil".

Algunos son tan amables que hasta explican cual fue la involuntaria causa que le llevó a ocupar su sitio: "Buen esposo, buen padre, pero mal electricista"

Anotaciones sepulcrales que hablan perfectamente del carácter de la familia del forzoso inquilino, como aquella en la que se puede leer en el costado de una lápida del cementerio de Barcelona "Este sepulcro lo pagó su hijo Paco".

O aquel otro de una señora que no quiso renunciar a lo que tanto le había costado y que hizo inscribir a su muerte: "Aquí yace Mercedes que murió tres días antes de ser Marquesa".

Agitadores y contestatarios hasta el final, como aquel que se rebeló en su última despedida escribiendo de epitafio una pregunta a la que nunca nadie le va a contestar: "¿Qué tenía Lázaro que no tenga yo?"

Los hay poéticos, llenos de amor, repletos de melancolía, y hasta con un extraño e inquietante sentido del humor que demuestra cómo hasta en las situaciones más difíciles, hay quien no pierde la guasa: "Aquí reposa Margarita, que falleció a los diez meses de edad. ¡Qué pronto empezaste a darnos disgustos!"

Por cierto, ya que estamos metidos en el tema de epitafios y lápidas por aquello de ser víspera de la fiesta de los muertos y tal, un momento (coñazo) petete para acabar: el origen de la palabra "cadaver" se remonta a la época romana donde existía una losa sepulcral que llevaba la inscripción: "caro data vermibus" (carne entregada a los gusanos). Con el tiempo y la erosión, algunas letras se fueron borrando hasta que sólo se pudo leer: ca.. da.. ver.. y así se quedó.
Frase: "Con amor de todos tus hijos, menos de Ricardo que no dio nada" (Epitafio en una lápida del cementerio de Salamanca)

lunes, 25 de octubre de 2010

Solteros - Casados



Me cuenta un amigo su extraña teoría sobre el por qué los hombres solteros, suelen estar más delgados que aquellos que tienen pareja.

Según él, los casados engordan más, debido a que los solteros cuando llegan por la noche a casa, abren el frigorífico y se quejan: "!...jo.. siempre lo mismo!".

Entonces, se suelen ir a la cama.

Los casados en cambio, cenan bien y es cuando se van a la cama cuando exclaman eso de "!...siempre lo mismo...!".

Luego se levantan y van directamente al frigorífico.

Una razón más, de las muchas que existen, para huir del matrimonio e intentar seguir el ejemplo de esa pareja de mejicanos que tienen el record del noviazgo más largo, aunque al final claudicaron y después de 67 años "arrejuntados", los muy traidores decidieron pasar por el altar cuando tenían 82 años cada uno.

Algo que lo único que prueba es lo tonto que uno acaba poniéndose con los años. Los estragos de la edad que son muy malos.

sábado, 16 de octubre de 2010

El Test del árbol - (del árbol al culo...)



En los años veinte un neurólogo, Karl Koch, creó un sencillo test con la intención de averiguar algunas facetas de la personalidad humana. La cosa no podía ser más simple, se trataba de dibujar, sin pensar y de una forma rápida, un árbol, fijándose luego en las características del mismo:

1- El tronco: determinaría la estabilidad emocional de la persona y la seguridad en sí misma.


- Si era largo: buena autoestima. Típico de una persona que destaca por encima de los demás.

- Si era demasiado corto: carácter perfeccionista y exigente.

- Si el tronco era proporcional a la copa: todo un síntoma de poseer un equilibrio emocional entre el "yo" y los demás.

2- La copa: determinaría la imaginación, los ideales y la manera de percibir la realidad del dueño del dibujo.


- Una copa excesivamente grande: persona utópica y con exceso de vanidad.

- Una copa del árbol sencilla: le gustan las cosas claras y directas.

- Si la dibuja llena de círculos: persona que tiende a analizar las cosas hasta el más mínimo de los detalles. Piensa mucho y actúa poco.

3- Las ramas: permitiría conocer la capacidad para establecer vínculos con los que nos rodean.


- Si dibuja unas ramas delgadas: personas susceptibles y débiles.

- Si las ramas se dibujan hacia arriba: persona optimista

- Si las ramas acaban en punta: persona observadora y muy crítica con los demás.

4- La base: representaría la realidad tal y como uno la ve en ese momento.


- Si la dibuja en punta: hay ciertos aspectos en su vida actual que ve como una amenaza y ante los que no está cómodo.

- Si dibuja raíces: poco sociable, típicas de personas acostumbradas a refugiarse en su mundo interior.

- Si el dibujo es un suelo recto con algo de hierba: está pasando por un momento delicado con el que no se siente identificado.
Naturalmente semejantes interpretaciones que intentan, partiendo del dibujo de un simple árbol, adivinar nuestra manera de ser, no tienen en pleno siglo XXI el más mínimo valor científico. Además, y por suerte, hoy por hoy contamos con métodos mucho más precisos a la hora de determinar nuestra verdadera personalidad.

Jackie Stallone, de soltera Jaqueline Labofish-, 85 años, varios kilos de maquillaje encima, siempre vestida con unas ropas que llamarían la atención en un carnaval, y que siempre niega haber pasado por un quirófano a pesar del inconfundible aspecto de su rostro, es conocida por dos cosas: ser la madre del Sylvester Stallone y, sobre todo, por inventar la rumpología: el arte de leer el futuro en las nalgas.

Al grito de "las líneas de tu trasero pueden revelar tu personalidad, tu futuro y tu suerte", basta con mandarle por email una fotografía medianamente buena del culo para obtener un completo informe acerca, no sólo de la personalidad del dueño de las posaderas sino, además, del porvenir que le espera...

martes, 5 de octubre de 2010

Etapas inevitables en la ruptura de pareja


Quiebra. Uno: “Me quiero tomar un tiempo”. El otro: “¿Para qué?”; “Para ver si te quiero sin estar contigo…” ; “¡No te entiendo…!” “No me importa, necesito un tiempo” -(¿........?)- ¡Listo! La ruptura. 99% seguro tiene un tercero/a a estrenar. El “tiempo” a tomar es un eufemismo de “No te quiero ver nunca más”. Empieza el vía crucis patético para el otro.
Razones. Si no le han dado la razón del “tiempo a tomar”, hay otras: “Tengo que ver esto en perspectiva”, “… encontrarme conmigo mismo/a”, “Estoy confundida/o”, y los más valientes y honestos esbozan un “Me están pasando cosas...” que solapa la verdadera razón, pero es válido al fin y al cabo, claro que sin decir con quién.
Negación. El abandonado sigue creyendo en esas razones, no acepta que lo dejaran. Se vuelve impertinente llamando al/la otro/a a ver si ya lo reconsideró como quién espera el resultado de un casting perverso. Etapa indigna si las hay, pero vendrán peores.
Idealización del ser perdido; Se cae en el lugar común de creer que lo perdido siempre fue lo mejor. Te olvidas que te llevabas como israelí y palestino, que te levantabas cualquier tia/o cuando salías solos ¡Pero piensas que ya no vas a encontrar alguien así!. Las parejas son como los champiñones: pierdes uno y si esperas viene otro atrás. (¡Ojo con los paros imprevistos!)
Bucolización. Te acuerdas de las canciones de los dos, vas a los lugares donde ibais juntos a manosearte (y tal vez con la oscura creencia de que podrían re-encontrarse de nuevo o por casualidad). Te miras todas las películas de amor, te lees todos los libros de autoayuda emocional posible, recuerdas los momentos tiernos y los sexuales (aunque fueran guarros) como un comercial el día de la madre.
Atomización social. Monotema: él o ella, el/la ex-, como centro del universo. Atomizamos las amistades. Nos volvemos un pelmazo tan inestable como un gobierno musulmán. Nadie nos quiere ver o visitar porque somos un catálogo de la tristeza viviente, pero lo hacen por obligación fraterna. Los más patéticos osan incluso dar señales de posible y estrambótica “autoeliminación”.
Manifestaciones varias. Otro de los lugares comunes es cómo se emplea el espacio ocupado por nuestra ex pareja. Ellas -a la par que adelgazan con la dieta más rápida y efectiva que se conoce: la ruptura- emprenden una serie de actividades de corte creativo-culturales como por ejemplo yoga, bonsai, “Cocine Sushi en su propio hogar”, auxiliar contable express y cosas por el estilo, y alguna actividad si es posible compartida con la señora madre que siempre le dijo que “¡ese inútil no sirve para nada!”. Los tipos, más melancólicos y pasionales, la emprenden en una cuesta abajo de vida bukowskiana entregándose a la bebida, a la vida desenfrenada, a ver programas nocturnos y los pornetes baratos de Film Zone; cantando “No me importa nada, estoy jugando”, y realizando acciones tan osadas como cruzar las esquinas sin mirar o comprar atún del super sin fijarse la fecha de caducidad.
Fecha clave. Se vive deseando el día que por alguna razón podamos (con la excusa “adecuada”, en realidad estúpida) retomar contacto: el cumpleaños de él/ella, o de su madre igual, o la fecha que haría “x tiempo que estamos juntos”. Y ahí tirarse una “observación de campo”, preguntar si está en pareja, tantear la cosa… y en el peor y patético caso un “¿Piensas en mí a veces?” . ¡¡Terrible!!
Falsa superación. Él saca el orgullo de macho, se muestra aparentemente feliz; su discurso es: “¡Por suerte lo dejé con esa loca! ¡Que bella es la libertad!”, y trata, aunque por lo general sin éxito, de levantarse a cuánta fémina se cruza, logrando un resultado indigno. Ella se “supera” tirando con compañía distinta cada semana, mostrándose si es posible en los lugares donde va su ex para darle celos “al estúpido”. Pero claro, en realidad y al final los pobres chicos que salen con ella solo son un adorno que nada tienen que ver en este entierro y no entienden un carajo que le pasa a la niña
Superación real. Vergüenza de las etapas anteriores. Nos sentimos bien, radiantes y felices. ¡¡Y todo se lo debemos a nuestro nuevo amor!! Porque al fin y al cabo el miedo era quedarse solo para siempre… ¿O no?