martes, 29 de noviembre de 2011

La castidad


Con el permiso de ustedes/vosotros voy a hacer un pequeño elogio de la castidad. De la voluntaria, naturalmente, porque ser casto a la fuerza; ser casto por la imposibilidad de dejar de serlo, debería ser punible. Hoy quiero hacer elogio, aunque corra el riesgo de parecer moralista de la vieja escuela, del joven y de la jovena que escogen la pureza y la utilizan como un símbolo para iluminar las tinieblas y la depravación que nos rodea.

Si hay alguien de verdad responsable en el mundo, son ellos. Además de no participar en el boom demográfico, los jóvenes castos no crean problemas de vivienda, ayudan al Ministerio de Educación con su no granito de arena a resolver el complicado futuro de la escolaridad infantil, no difunden enfermedades venéreas y, sobre todo, no fabrican pequeños parados que acaben viviendo de los subsidios y a los que jamás les llegará una pensión digna.

Por eso quiero pedir desde aquí que si alguna vez alguien encuentra un par de estos jóvenes castos citados, que los aprehenda y los lleve cuanto antes al zoo más próximo para que los niños y sus acompañantes puedan contemplar una especie biológica a punto de extinguirse.

Ahora, eso sí, bien vigilados. Como por un descuido de los guardianes se reproduzcan, todos a la calle.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Feria del libro


Comenzaba este fin de semana y la visita ha sido obligada. Las observaciones, también. Quienes se disponen a asistir a la feria para comprar un libro, ha de seguir al pie de la letra una serie de mandamientos, sin los cuales, la compra en cuestión resultaría ordinaria. Porque no se trata de llegar a la barraca y decir cuánto, tanto, envuélvamelo que me lo llevo. No, la cosa tiene su ceremonia, su cuento y su gracia. Veamos.
En primer término, uno debe vestir las mejores prendas, en este caso, las más cursis pues nos encontramos en otoño. Sí, uno debe ir como los chorros del oro, bien duchado, bien perfumado, con el clavel en la oreja y toda la familia, suegra y gato incluidos. En segundo lugar, uno debe inspeccionar puesto por puesto, abrazarse con algún escritor que en ese momento esté firmando ejemplares, poner los libros al trasluz, calcular su peso y la buena encuadernación. Pero esto ha de realizarlo de modo que todo el mundo observe que sí, que hay en él un auténtico amante de la buena calidad. Por último, uno ha de apoyarse a meditar durante algunos minutos sobre el mostrador, vamos, como si se tratase de algo absolutamente trascendental. Luego, tras dar unos pasos atrás, mirar éste y a aquel libro, como indeciso. Y por fin, a gritos, decir: "Este, me llevo este libro". Entonces a uno se lo envuelven, los defensores de la inteligencia le aplauden, los editores le besan y la mujer de al lado, que todavía no se ha decidido, se emociona como sólo saben emocionarse las mujeres al comprobar que alguien ha cometido una locura. La locura de haber comprado un libro en pleno siglo XXI.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Nada de velas, hoy globitos


Nada de velas (ya anticuadas y que huelen fatal), ante una cita en casa que prometa –y visto que la competencia es feroz- hay que buscar algo original a la par que apañado, algo que impresione. Hoy, en el siempre inquieto Un Grauero en Bosnia, os propongo: “cómo ponerle un fondo romántico a una cita en casa sin gastarse un euro”.
Ingredientes: un microondas, una cerilla y un trocito de miga de pan.
Instrucciones: colocar la miga de pan en el centro del horno y pinchar en ella la cerilla de forma que quede en posición vertical. Encender el microondas a su máxima potencia. A los pocos segundos, la llama del fósforo se descompondrá en globitos luminosos.
Naturalmente el asunto tiene una explicación científica, que, aunque como con casi cualquier explicación científica, me deja como estaba. No obstante yo, por si acaso, la cuento:

"... los fantasmagóricos globos de luz que se observan no son otra cosa que plasma, el cuarto estado de agregación de la materia. Este está compuesto por átomos ionizados que han perdido sus electrones. El microondas del horno hace que esta ionización no se pierda, esto es, que si un átomo ionizado captura un electrón, la radiación electromagnética lo vuelve a liberar. En este caso, la función del horno es mantener la fuente de plasma que mana de la cerilla".

Tecnicismos aparte, lo importante es el resultado. Estar con alguien, apagar la luz, poner el microondas y que de fondo aparezcan burbujas luminosas impresiona al más pintado. A partir de ahí la cosa ya sólo puede hacer que mejorar.


Frase: “El secreto de aburrir a la gente es decirlo todo” (Voltaire, 1694-1778; filósofo francés)

jueves, 10 de noviembre de 2011

La paradoja de nuestro tiempo


La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos pero temperamentos cortos, autopistas más anchas, pero puntos de vista estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes, pero familias más pequeñas, más compromisos pero menos tiempo. Tenemos más títulos pero menos sentido común, más conocimiento pero menos criterio, más expertos pero más problemas, más medicinas pero menos salud.
Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero hemos reducido nuestros valores. Hablamos mucho, amamos poco, y odiamos demasiado. Aprendimos a armar una vida, pero no a vivirla plenamente. Hemos llegado a la luna y regresado, pero tenemos problemas a la hora de cruzar la calle y conocer a nuestro vecino…
Hemos conquistado el espacio exterior, pero no el interior, limpiamos el aire, pero polucionamos nuestras almas. Tenemos mayores ingresos, pero menos moral. Hemos aumentado la cantidad pero no la calidad. Estos son tiempos de personas más altas con caracteres más débiles, con más libertad pero menos alegría, con más comida pero menos nutrición.
Son días en los que llegan dos sueldos a casa, pero aumentan los divorcios, son tiempos de casas más lindas, pero hogares rotos, un tiempo con demasiado en la vidriera y poco de puertas adentro. Y es un tiempo en que la tecnología puede hacerte llegar este mensaje y al mismo tiempo tú puedes decidir marcar la diferencia o apretar eliminar.
“No guardes nada para una ocasión especial”. Cada día que vives es una ocasión especial, por eso, lee más y limpia menos, siéntate en tu terraza y admite visitas, sin fijarte únicamente en las malas hierbas. Pasa más tiempo con tu familia y amigos y menos tiempo trabajando. La vida es una sucesión de experiencias para disfrutar, no para sobrevivir.
Usa tus copas de cristal, ponte tu nueva ropa para ir al supermercado. No guardes tu mejor perfume para esa fiesta especial, úsalo cada vez que te den ganas de hacerlo. Las frases “algún día”, “uno de estos días”…, quítalas de tu vocabulario. Si vale la pena hacerlo, oírlo, verlo, quiero poder disfrutarlo ahora.
Si supiéramos el tiempo de vida que nos queda, seguramente desearíamos estar con nuestros seres queridos, iríamos a comer nuestra comida preferida, visitaríamos los sitios que amamos… Son pequeñas cosas las que nos harían enojar si supiéramos que nuestras horas están limitadas… Enojados porque dejamos de ver a nuestros mejores amigos, enojados porque no escribimos aquellas cartas que pensábamos escribir “uno de estos días”, enojados y tristes porque no dijimos a nuestros padres, hermanos, hijos, sobrinos, amigos, cuanto les queremos.
Por eso… no intentes retardar o detener o guardar nada que agregaría risas y alegrías a tu vida, cada día, hora, minuto, segundo…todo es especial. Ten por cuenta que pensando de esa manera, “uno de estos días”, esa reflexión, puede estar muy lejana o puede que no te llegue nunca. Disfruta el momento, sólo tenemos una vida y que aunque parezca eterna en ciertas ocasiones, en realidad es más corta de lo que nos imaginamos.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Propagandas y Folletos varios


Dos kilos trescientos cuarenta gramos de folletos. Comprobado en la basculita esa -especialparadietas- que te mide hasta los microgramos. En una semana he recogido dos kilos trescientos cuarenta gramos de folletos del buzón. Hay uno de propaganda sobre una obra de teatro en el centro de la tercera edad; tres del ayuntamiento explicando lo bien que lo han hecho todo; otros tres del un mismo restaurante anunciando su nueva y renovada carta de temporada (los chinos de toda la vida ahora resultan ser delicados asiáticos); un catálogo de una empresa de muebles de oficina; dos trípticos de una agencia de viajes con la semanadelcrucero descuentodelonceporciento, y varios, muchos, demasiados, de hipermercados, supermercados y mediopensionistas ofreciendo todo tipo de rebajas, ofertas y ofertones para épocas de crisis.

Dos kilos trescientos cuarenta gramos en una semana, nueve kilos trescientos sesenta gramos al mes, ciento doce kilos trescientos veinte gramos año… multiplicado por cada uno de los buzones… ¿cuántas toneladas significa? Y no lo digo yo por los árboles (por mí -y cada uno tiene sus prioridades- como si los rebanan a todos) sino porque la gente se pasa el día quejándose del spam que encuentra en el correo electrónico, poniendo filtros para que no llegue, y hasta denunciando a quienes los envían y, en cambio, de este otro, tan indeseado como aquel, no sólo no dicen ni mú sino que, además, son los primeros que corren a abrirle el portal al repartidor en cuanto llama.