lunes, 28 de diciembre de 2009

Me gustan los buffettes libres


¿Para donde tirar....?

Me gustan los buffets, bufetes, buffetes o como se escriba, que no creo yo que nadie lo sepa.
Y no me gustan por la comida precisamente, comida que por cierto suele ser siempre la misma: tres guisos de un extraño color y con zanahoria en cantidades industriales, unas cuantas lonchas de plástico con apariencia de mortadela, albóndigas en salsa sospechosa con algo que debieron ser champiñones y tres bandejas de macarrones del día anterior, sino por la diversión que encuentro cada vez que me quedo mirando a sus usuarios.

El mecanismo suele ser muy similar. Llegan con cara de no haber comido en su vida, miran y remiran cada una de las bandejas, cogen un plato y empiezan a mezclarlo todo como si estuvieran tocados por el espíritu de la nuevacocina: dos trozos de la ternera a la jardinera, una cucharada de espaguetis, tres croquetas un poco quemadas, dos hojas de lechuga mustia... ni el más habilidoso jugador de tetris podría colocar aquello con tanta pericia.

Pero lo que de verdad llega a convertir aquel espectáculo en algo inolvidable es cuando tienes la suerte de coincidir en alguno de ellos con alguna excursión del imserso. Quien ha conseguido verlo sabe que pocas cosas hay más impactantes en esta vida que un puñado de jubilados (y agregados) frente a un sírvase usted mismo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Olor corporal


-PELIGRO QUE ATERRIZAN-


Mucho se ha hablado de las causas que propiciaron la caída del Imperio Romano. Y, aunque no fuera la principal, seguro que fue una de las más importantes la obsesión que les entró en sus últimas décadas -justo antes de ser invadidos por los bárbaros del norte- por camuflar sus olores corporales.

Aquí a los romanos -y a falta de desodorantes- no se les ocurrió otra cosa que colocarse bajos las axilas (sobacos) almohadillas con sustancias aromáticas. Una mariconada como otra cualquiera que no hacía más que confirmar el fin de una civilización. Al fin y al cabo la historia es el mejor testigo: los pueblos empiezan a dejar de ser poderosos cuando cambian sus efluvios a choto por el de los limones salvajes del caribe.
Y es que el olor personal -una combinación única de aroma natural (determinado por la herencia genética y la raza), de otros adquiridos a través de los alimentos que se consumen o causados por las emociones que se experimentan, y de algunos más que son periódicos y están relacionados con los ciclos de fertilidad- tienen mucha más utilidad de las que a primera vista parecen.

Y no sólo en la cuestión de despertar el instinto sexual, una función que todos conocemos ampliamente. Milenios antes de que se inventaran los desodorantes, nuestros antepasados se servían de su olor para identificarse entre si y para olfatear en la distancia a los miembros de otras tribus poco amigables.

Algunos lo siguen haciendo. El pueblo Dassanetch de Etiopía considera que no hay aroma más placentero que el de las vacas, por lo que los hombres se lavan las manos con orina vacuna y se untan el cuerpo con sus excrementos, mientras que las mujeres eligen la mantequilla como crema corporal y cubren con ella su cabeza, hombros y pecho. Los Dogon de Malí consideran, por su parte, que el olor de la cebolla es el más agradable del mundo, así es que sus jóvenes se frotan con este tubérculo frito cuando quieren ponerse elegantes.

Ya que estamos siempre hablando de las bondades de lo "natural", deberíamos de reivindicar nuestro olor. Y que no se nos olvide que el desodorante no fue más que un invento del puritanismo del siglo XIX y su obsesión por hacer desaparecer los olores corporales que "generan la tentación del coito dejando en pecado a un cuerpo que no parece sujetarse a las decisiones del espíritu". Ellos se lo pierden. Nosotros, a oler.

"Nuestros defectos son como nuestros olores corporales: no los percibimos y no molestan, salvo a quienes están con nosotros". (Anna Teresa Lambert, 1647-1732; escritora francesa).

sábado, 12 de diciembre de 2009

El saco de plumas


-GENTE BORRACHA CRUZANDO-


Había una vez un hombre que calumnió a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que éste había alcanzado.
Tiempo después, se arrepintió de la rabia que había acumulado y fueron la causa de las calumnias hacia ese amigo y visitó a un hombre sabio al que le dijo “quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo, ¿como puedo hacerlo?”, a lo que el hombre respondió “toma una bolsa llena de plumas y suéltalas allá por donde vayas”, el hombre al cabo de unos días las había soltado todas, volvió a ver al hombre sabio y le dijo “ya he terminado, maestro”, a lo que el sabio le contestó “esa es la parte más fácil, ahora debes volver a llenar la bolsa con las mismas plumas que soltaste, sal a la calle y búscalas...”, el hombre se sintió muy triste, sabía que eso era imposible, y entonces el sabio, añadió: “así como no pudiste juntar las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que le hiciste a tu amigo voló de boca en boca, y el daño ya está hecho, se humilde y reconoce el daño pidiendo perdón a tu amigo, y jamás vuelvas a actuar de la misma forma...”

lunes, 7 de diciembre de 2009

El beso


Más claro agua....


En muchos tratados sobre el asunto se habla del labio superior de la mujer como una de sus zonas más erógenas. Incluso se hace referencia a cierto canal nervioso (la imaginación al poder) que lo uniría directamente con el clítoris. Hasta en el kamasutra se detalla lo extremadamente placentero que puede resultar un beso en el que el hombre estimula el labio superior de su compañera, mordiéndolo y succionándolo levemente mientras ella juega con el labio inferior de él. No, si por algo el hombre es el animal más besucón del mundo. Con diferencia.
Aunque no siempre ha sido así. El beso, tal y como lo entendemos ahora, no formó parte del cortejo amoroso hasta el Renacimiento, y no sería hasta varios siglos después, en la década de los treinta del siglo XX, cuando (a partir de una comunidad, la de Maraichin, en Bretaña) se empezó a extender el de verdad, el de tornillo.
Porque antes la historia era muy otra. Había quienes lo ignoraban completamente, como los egipcios (por lo que se puede deducir que entre los tipos de fluidos que intercambiaban Marco Antonio y Cleopatra no estaba precisamente la saliva) y había hasta quien le sacaba unos usos bastante menos lúbricos. Así, mientras en la antigua Grecia las mujeres comprobaban con un beso de tornillo si sus maridos se habían pasado por la taberna del ágora antes de llegar a casa, los indios de Tierra de Fuego, que desconocían el vaso, usaban el beso para beber pasándose el agua de unos a otros. Mira si no podían haber aprovechado el tema ya metidos en harina. Para que luego digan que los antiguos no eran raros.
Frase: "La distinción que encontramos en el infortunio es tan grande que si le decimos a alguien: "!Pero que feliz es usted", por lo general protesta". (Friedrich Nietzsche, 1844-1900; filósofo alemán)

martes, 1 de diciembre de 2009

A vueltas con la edad


Camino cortado


En la mayoría de los hombres hay dos datos incontestables que indican la irremediable entrada en la edad talluda (los de la logse deben sustituir -para entender el concepto-, "edad talluda" por vejez, de nada). Uno es la aparición en nosotros del efecto airbag, efecto mediante el cual cierta parte de nuestro cuerpo -hasta entonces más o menos plana-, comienza a desplegarse casi a la misma velocidad con que la que se hincha el airbag de un coche coreano después de chocar contra un árbol. Y tan difícil de hacerla volver a su posición anterior como resultaría recolocar el susodicho artefacto.
La segunda es la demostración in person de la existencia del primer principio de la termodinámica, principio mediante el cual uno puede demostrar con toda rotundidad que el pelo no se crea ni se destruye, simplemente se transforma, desapareciendo de la cabeza para aparecer en otros puntos: dentro de las orejas y de la nariz. Básicamente.

Cuestión que nos lleva a la verdadera esencia de esta entrada: ¿para cortarse los pelos de la nariz o/y orejas vale con esas tijeras curvadas que venden en los todoacien por sesenta céntimos (con su mango de imitación de carey y todo)?... ¿O es preferible estirarse un poco y trasnochar para pedir en la teletienda el hairtechturbo3000 que, y según los testimonios recogidos de gente anónima de la calle que tan amable y desinteresadamente ellos mismos nos proporcionan, les ha cambiado radicalmente la vida ¡por sólo 39,95 euros más gastos de envío!?
Frase: “Una lengua aguda es el único instrumento de corte que se afila por el uso constante”. (Washington Irving, 1783-1859; escritor estadounidense)