miércoles, 28 de diciembre de 2011

Medio cursilada, felicitación a mi mujer


Aunque ya tengo una edad no me falta imaginación, aún así me resulta un tanto iluso intentar describir paraísos imaginarios. Sobre todo porque el mío lo tengo cerca, muy cerca. El paraíso sigue estando en su piel del color de la leche que mantiene vivo mi deseo después de tantos años. El paraíso es poder sumergirme en la claridad de sus ojos y nadar en su inmensa profundidad. El paraíso se muestra en la calidez de sus manos y en la apacible acogida de sus abrazos. El paraíso está en la suavidad de sus labios y en la natural espontaneidad de sus besos. El paraiso está...
Venga, bah…, no sigo, pero es que hoy me apetecía ponerme cursi, muy cursi. Es mi regalo de Año Nuevo, precisamente el día de Año Nuevo, me refiero a esa mujer que me aguanta y soporta ya tantos años, si… es para ti Amparo. Porque, aunque estos últimos días he podido comprobar qué razón tenía Mario Benedetti cada vez que afirmaba que cuando creemos que tenemos todas las respuestas, viene la puta vida y nos cambia todas las preguntas, uno sigue siendo así de gilipollas. O peor, mucho peor, un gilipollas enamorado hasta las trancas. Y sin remedio.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Estudio sobre la frecuencia orgásmica


Más tema de ayer aplicado, por cumplir la tradición, al viernes. Y es que, aunque a muchos les sonará a ciencia ficción, cada vez estoy más seguro que cuanto más, mejor. Edad, digo. Por más que intenten vendernos la moto de que con el paso de los años el pene se convierte en una especie de árbol de navidad porque el apetito y la capacidad de disfrute va disminuyendo, nanay. Ni desaparece el deseo ni la capacidad de satisfacerlo. Cumplir años no significa retirarse de los escenarios, ni tan siquiera reducir el número de funciones. Puede ser un mecanismo de autodefensa, pero la verdad es que esto cada vez se pone más interesante. Lo dice la ciencia, (aunque es verdad que tal y como está la ciencia tampoco es ninguna garantía), pero también lo dicen los propios interesados.

En un pueblo de Gales unos investigadores de la revista Medical Journal llevaron a cabo un experimento empírico de los que tanto me gustan (nunca he sabido muy bien que significa empírico, pero ¡anda y que no queda serio decirlo!). Hicieron un chequeo completo a 918 hombres de entre 45 y 59 años. Además se les preguntó sobre la frecuencia con la que mantenían relaciones. Los datos oscilaron entre los que hacían el amor cada día y los que no lo hacían nunca. Pues bien, durante diez años se hizo un seguimiento de la salud y el índice de mortalidad de dichos sujetos y el resultado fue el lógico. Cuanta más alta era la frecuencia orgásmica mayor era la probabilidad de seguir vivos y, sobre todo, de hacerlo de una forma más sana.
Dicho finamente: hacerlo a menudo alarga la vida y, sobre todo, te la hace más feliz. Sonará a perogrullada, pero es más cierto que la crisis que nos alumbra. ¡A aplicarse el cuento!

lunes, 12 de diciembre de 2011

Otra de vibradores....


Hoy, aunque no sea viernes, toca un tema fino, suave y delicado, al hilo de algunas películas y series que he visto últimamente. ¿De verdad son tantas las mujeres que usan vibrador? No he hecho una encuesta científica con una desviación del ratio de más menos cuatro en la escala Richter, pero a todas las que le he preguntado me han dicho que no. Supongo que eso se debe a que las mujeres, si de verdad les apetece, siempre pueden encontrar a algún voluntario para coayundar (otra cosa es que el voluntario sea de su agrado), mientras que para los hombres la cosa suele estar algo más complicada. Al menos sin un eurocoste adicional.
Lo que si me cuentan es que, aunque no usan aparatitos (mecánicos), si les gusta tanto masturbarse como a cualquier hijo de vecino varón; aunque, como dice la muy surtida (acción y efecto de surtir) de Mariló, sólo sea por no tener que aguantar a un tío coñazo que presume de moderno por pensar que preocuparse por la pareja durante el asunto consiste en preguntarle cada dos por tres "¿bueno qué, acabas?".

martes, 6 de diciembre de 2011

Señalítica


Ni inglés ni leches, en un mundo cada vez más globalizado el sentido práctico se impone. Ahora lo que triunfa es la señalítica, una herramienta de comunicación que no es precisamente nueva (los egipcios ya trasteaban con jeroglíficos y los chinos construyen su lengua mediante pictogramas) pero que gracias a su esquematismo, a su vocación universal y, sobre todo, a su demostrada utilidad, está más en auge que nunca. ¿Cómo íbamos a poder salvarnos de morir por un pisotón de elefante en Holanda sin la correspondiente señal que nos avisara del peligro? ¿O cómo íbamos a evitar atropellar a una familia completa de las muchas que deben cruzar andando por las carreteras de California si nadie nos avisara antes? Sería el caos.
Frase: “Por más aguda que sea nuestra vista jamás podremos vernos la espalda” (Proverbio chino)