domingo, 3 de febrero de 2008

Mi otra mujer



Después de veinte años de matrimonio, descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor. Desde hace poco tiempo había comenzado a salir con otra mujer. En realidad había sido idea de mi esposa. Tú sabes que la quieres, dijo un día, tomándome por sorpresa, la vida es muy corta, dedícale tiempo; pero yo te quiero a ti, le contesté, lo sé...pero también la quieres a ella. La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, viuda desde hacía 19 años; pero las exigencias de mi trabajo y de mis dos hijos, hacían que sólo la visitara ocasionalmente.
Esa noche la llamé para invitarla a cenar e ir al cine. ¿Qué pasa, estás bien...?, me preguntó.
Mi madre es del tipo de mujer que una llamada tarde, de noche o una invitación por sorpresa, es indicio de malas noticias. Creo que estaría bien que estuviéramos algún tiempo juntos, le respondí, los dos solos, ¿qué opinas?.
Reflexionó sobre ello un momento, me gustaría muchísimo, me dijo. Ese viernes, mientras conducía para recogerla al salir del trabajo, me encontraba algo nervioso, era el nerviosismo que antecede a una cita, y cuando llegué a su casa, vi que ella también estaba muy emocionada.
Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había rizado el pelo, y llevaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas.
Su rostro sonreía, irradiaba luz, como un ángel. Le dijo a sus vecinas que iba a salir con su hijo y se mostraron muy impresionadas, me comentó mientras subía al coche, no pueden esperar hasta mañana para saber de nuestra cita.
Fuimos a un restaurante no muy elegante, sí muy acogedor; mi madre se aferró a mi brazo como si fuera la primera dama del país. Cuando nos sentamos, tuve que leerle el menú, sus ojos sólo veían grandes figuras. Cuando iba por la mitad de los entrantes, levanté la vista, mamá estaba sentada al otro lado de la mesa y me miraba, una sonrisa nostálgica se delineaba en sus labios. Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño, recuerdas....; entonces, espero que te relajes y me permitas devolverte el favor, le respondí.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día con la vida del otro, hablamos tanto que nos perdimos el cine.
Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitarte, dijo mi madre. Cuando la llevé a casa, asentí, la besé, la abracé.
Como fue tu cita, quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche, muy agradable, gracias, mucho más de lo que imaginé, le contesté.
Días más tarde, mi madre murió de un infarto múltiple, todo fue tan rápido, no pude hacer nada.
Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo, con una nota que decía.....”La cena está pagada por anticipado, estaba casi segura de que no podría estar allí, pero igual pagué para dos, para ti y para tu esposa, jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mi. Te Quiero, Mamá....”

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