Si hay un momento en el que
se pone en evidencia lo indecisos que somos ése es cuando compramos el pan.
«Deme una barra, que no esté muy doradita, eh…" Y la pobre dependienta:
“¿Ésta?, No. ¿Ésta? No, la de al lado. No, ésa no, esa es que está un poco…”
Pensaba yo que era una forma
de tocarle las narices a la dependienta… pero no, es que somos así. Si no hay
dependienta hacemos lo mismo. Merece la pena pararse dos minutos frente a la
panadería de los mercadonas -autoservicio ella- justo después de que llegue a
la estantería una nueva remesa de barras de pan recién hechas (que una empleada
con un gorrito tan reluciente que podías confundir con un gusiluz
coloca) para darse cuenta de la indecisión que nos domina, buscan, tocan,
rebuscan, retocan y después de haber manoseado unas veinte acaba cogiendo la
primera que apretaron creyendo que sí, que !!!por fin!!! Has encontrado la
barra de pan perfecta. Digo yo que está bien que en ciertas cuestiones, como
buscar una pareja -estable o mediopensionista-, por ejemplo, uno busque,
toque, rebusque y retoque (y cuanto más mejor), pero ¡¡¡coño!!! Que estamos hablando de un trozo de pan… no de
apretar el botón nuclear.
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