sábado, 29 de diciembre de 2007

La mesa compartida



Comer en un restaurante o cafetería de Sarajevo, es una experiencia singular. Si la mesa es para cuatro personas, cuatro personas acabarán comiendo en ella, poco importa si llegaron solas o en grupo. La mesa es de todos, y la costumbre es compartirla. Si hay un asiento vacío, será ocupado por el siguiente comensal. Es una antigua tradición. Como lo son las Cebavdzinicas, las cocinas típicas que se encuentran por toda la ciudad. La especialidad es la carne de cordero, acompañada regularmente de tortillas de trigo muy paracido al pan ácimo o pan árabe.
En una Cebavdzinica, en el casco antiguo, me tocó compartir la mesa con una anciana. A pesar de la pared idiomática que nos separaba, pudimos comunicarnos por señas, al menos para los más elementales mensajes de cortesía. Con la sonrisa apenas dibujada en su rostro, enseñaba una dentadura muy bien cuidada que contrastaba con sus ásperas manos. Y una mirada triste y tranquila, que decía más que las mil palabras que habrá guardado por falta de receptor. Así, con señas, me preguntó si yo venía con un grupo de señoras que ocupaba la mesa contigua, y abrió la sonrisa cuando le dije que no. Me ofreció entonces de su plato mientras llegaba mi comida. Cuando se levantó, tomó mis manos y asintió con la cabeza, sonriendo, pero con la mirada triste que lleva ya tatuada. Hizo lo mismo con el camarero.
Eran cuatro las de al lado. Elegantes, adornadas y visiblemente extranjeras. Al menos una era francesa, y otra británica, una más tenía rasgos orientales,-japonesa tal vez-,la cuarta creo, era estadounidense. Hablaban en inglés. Una de ellas dominaba la conversación. Con un fuerte acento francés, hablaba de lo distraido que era su esposo y de sus viajes a los Alpes, de cuantas extrañas escenas en París y de los pormenores de su rompimiento con su primer marido.
Además interrumpían regularmente para comentar sobre lugares, viajes, maridos, como quien lee y comenta la sección de sociales de algún diario por sí mismas. Un esnobismo, asumido como forma de vida. En poco más de una hora, tras la comida, pidieron los postres, café, más café... De una en una. Altivas. Nunca concedieron la mirada al joven que las atendía. Nunca. Pertenecen, con toda probabilidad a esa Europa próspera y austera que avanza a pasos agigantados arrastrando con ello a los demás países de esa Europa que está por evolucionar.
La ex-Yugoslavia tiene múltiples prefiles; desde una mayoría de población que no llega a fin de mes, hasta los restaurantes de lujo en Sarajevo, sus territorios asolados por una guerra, tiene la textura de un vaso viejo. Conservan arañazos, un fondo oscuro y el aplomo cansino de los objetos tensamente agredidos. En los Balcanes, todavía hoy se percibe la apariencia de derrota, de un vaso usado. Catorce años después del inicio de la guerra que destruyó Yugoslavia, miles de familias siguen en la búsqueda de sus desaparecidos, sobre los que es imposible ofrecer una cifra oficial. Otras 500.000 han clavado una cruz con el nombre de sus muertos en los cementerios, algunos de ellos, improvisados en antiguos campos de fútbol o lugares desocupados. Y cinco nuevos estados -Eslovenia, Macedonia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y la nueva Yugoslavia ( Servia y Montenegro )-, intentan buscar un sitio en el mundo tras la implosión de su antiguo país. Son fragmentos que viajan a diferente velocidad. Mientras los eslovenos intentan adaptarse a la órbita de la Comunidad Europea, Bosnia-Herzegovina es el mendigo del continente.
Los cinco estados surgidos de la guerra en los Balcanes, se debaten entre la miseria y el deseo de adaptarse a la C.E.
"La traición, el desmoronamiento y el caos de nuestro país, la dificil situación en la que se ve arrojado nuestro pueblo, la guerra de Bosnia-Herzegovina, el exterminio del pueblo serbio y mi propia enfermedad han hecho que mi vida ya no tenga sentido, y por ello he decidido liberarme de la enfermedad, y sobre todo, de los sufrimientos causados por el ocaso de mi país; de este modo permito que mi organísmo agotado, que no soportaba todo esto, descanse". Estas fueron las últimas palabras escritas en un trozo de papel, por un ciudadano serbo-bosnio, que decidió poner fin a su vida prematuramente, y fueron recogidas por el escritor austriaco Peter Handke, en su libro " Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save..."
Tanto un croata como un musulman, esloveno o macedonio, podrían haber firmado este legado póstumo, un testamento que describía a la perfección la realidad de un estado agonizante; moribundo antes incluso de que se desatara una de las contiendas más sangrientas que el suelo europeo haya conocido jamás: la guerra de Yugoslavia. Así lo atestiguan los muertos, más de 300.000, un millón de refugiados e innumerables desaparecidos insólitamente en el corazón de Europa, en el umbral del siglo XXI. Los primeros espectros de la modernidad.
Este año se cumplen casi tres lustros del comienzo de la guerra de los Balcanes y la desintegración física de la Yugoslavia Titísta ( por TITO , son muchos años y dan para mucho, para morir y para renacer. La situación sobre el terreno ha sufrido una honda metamorfosis, que ha dibujado un nuevo panorama político, diplomático y económico.
Cinco nuevos estados, independientes y estigmatizados para siempre por su funesto y desalmado pasado, forma parte ya de un nuevo orden mecánico, y del paisaje emergido tras la desaparición de un país imposible. Por que la antigua Yugoslavia estaba condenada a ser devorada por sus moradores desde el día que vió la luz.
Nacida en 1945, inmediatamente después de concluir la Segunda Guerra Mundial, fué engendrada de manera artificial. Los principales líderes partisanos ( la resistencia antinazi )decidieron dar una avanzada clase de cartografía a la Humanidad y trazaron unas nuevas líneas en el mapa haciendo posible su creación.
Seis repúblicas y dos entes autonómicos componían una Yugoslavia que aún celebraba amodorrada el triunfo sobre la Alemania de Hitler: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia. Dos territorios autónomos, Kosovo y Vojvodina, se anclaban dentro de Serbia.

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