miércoles, 26 de diciembre de 2007

Dobro iutro, Sarajevo

















UN PAIS DE PAPEL



El mariscal Josip Broz, Tito, adalid del movimiento partisano y croata de nacimiento, había elucubrado una nación utópica hecha de papel y cartón, su vida no alcanzó los cincuenta años de edad. Murió joven. Para ser precisos, el 2 de mayo de 1991, fecha del principio de la implosión balcán, en un pequeño pueblo croata llamado Borovo Selo.

Saben que el peligro de un cohete no está en su contenido, sino en la cerilla que prende su mecha. En Borovo Selo, la fricción del fósforo consistió en un enfrentamiento entre varios comandos extremistas serbios y la Policía croata. El primer baño de sangre. Luego, vendrían muchos más, Europa entera se lavó en ella con ojos incrédulos. El desmembramiento de Yugoslavia era un hecho consumado.

Diez años después, las seis ex repúblicas yugoslavas viven realidades bien distintas. Quizá, el epílogo feliz corresponda a Eslovenia, el fragmento más próspero de aquél big bang fratricida. Situada en la franja superior de la ex Yugoslavia, limita al norte con Austria, al oeste con Italia y con Croacia por el este. Accedió a la independencia en 1991 tras el conflicto denominado como la guerra de los diez días.

Se calcula que el número de víctimas caídas en los combates osciló entre 70 y 90 y, que la totalidad de los fallecidos pertenecía al Ejército Yugoslavo. Sobre estas tumbas, Eslovenia por fin materializó su sueño y salió de la cáscara titista después de una convivencia de 46 años con una mezcla de nacionalidades, religiones y culturas diferentes que, por su naturaleza y la idiosincrasia de sus pueblos, no podía sobrevivir.

Según el censo del 2000, éste país alpino, cuya capital es Ljubljana, cuenta con casi dos millones de habitantes y una ventaja: su estructura religiosa y social es muy homogénea y uniforme. A diferencia de Bosnia, donde la mezcla de nacionalidades y religiones ha configurado tradicionalmente un rompecabezas imposible de resolver, Eslovenia contaba con una población que se declaraba eslovena. Hace ya unos años, el 91% de sus habitantes manifestaba su adhesión a esta identidad, mientras el 6% se lo repartían los croatas y los serbios y el 2% restante representaba a los musulmanes.

En sólo seis años después de la firma de Dayton, pacto elaborado por la Administración norteamericana encabezada por Richard Hoolbrooke que puso punto y final a la guerra de Bosnia, Eslovenia se ha convertido en el estado más rico de la región de los Balcanes. Nada más conseguir la independencia, el país se vio sumergido en un proceso de reformas que comenzaron con la eliminación de todo lo yugoslavo. La fotografías de Tito que presidían las instituciones fueron sustituidas por la imagen del padre de la Ostpolitik, el canciller alemán Willy Brandt; la televisión estatal trasmitía canales alemanes y austriacos y en los quioscos se vendía el Bildt germano.

El PNB ( Producto Nacional Bruto ), es de 10.900 dólares, la industria está en un permanente crecimiento y el sector del turismo vive su segunda juventud. Según las autoridades eslovenas, el país alpino se integrará en la Unión Europea en 2004.

LA COSTA DEL TURISMO

La situación en Croacia no es tan avanzada. Fronteriza con Eslovenia, Bosnia, Hungría y Serbia, la costa dálmata era antes de la guerra el centro neurálgico del turismo yugoslavo. No obstante, los croatas anhelan un país independiente y, desde el momento en el que proclamaron su independencia, Occidente y, sobre todo Alemania, dieron su apoyo a la causa secesionista, lo que derivó en una guerra fratricida que se prolongó durante cuatro años.

El país intenta acercarse ahora a Europa y espantar los fantasmas de su pasado más reciente. Su población se aproxima a los 4,3 millones de habitantes y su capital es Zagreb. El mestizage cultural y religioso es más elevado que en Eslovenia, ya que la estructura social cuenta con un 71 % de croatas católicos, un 11,1 % de serbios ortodoxos y un 1,2 % de musulmanes.

La situación no es ni mucho menos idónea y no puede expresarse en baremos de normalidad, ya que la elevada tasa de desempleo provoca un continuo éxodo de los jóvenes hacia Europa occidental. El PNB se sitúa en 5.000 dólares y la población se ve sometida a un continuo proceso de transformación sociopolítica.

Sin embargo, el fuerte sentimiento de pertenencia nacional que cultivan los croatas hacia su joven estado hace que los problemas se vean de forma diferente y se disfracen con trajes de mil colores. El hecho de tener su propia bandera, su himno y pasaporte hace que todas las penurias sean más llevaderas. Y es que, para Croacia, Yugoslavia ha sido tan sólo una pesadilla de la que despertó 46 años después.

TIEMPOS MEDIEVALES

La antigua Yugoslavia era un microcosmos sobre la nacionalidad renaciente en todo el mundo, Bosnia y Herzegovina eran a su vez un microcosmos de la propia Yugoslavia. La verdadera guerra, en su forma más cruel y primitiva, se libró en las ciudades y pueblos de Bosnia. Si Eslovenia era la parte más desarrollada, si Croacia era un paraíso turístico, si Serbia podía alimentar a media Europa, Bosnia era el corazón y el alma de un país imposible.

El 4 de abril de 1992 se desató el caos en una pequeña región balcánica. Retrocedió en el tiempo y el espacio para despertarse una mañana dando espasmos en un escenario que recordaba a un campo de batalla medieval. Nunca Caín mató a Abel con tanta saña. La fisonomía de las ciudades cambió, las direcciones desaparecieron, los pueblos se evaporaron del mapa y la gente deambulaba en medio de ninguna parte preguntándose quien los transportó al siglo oscuro.

Bosnia es hoy un territorio lleno de contrastes y contradicciones. El estado está dividido en dos partes: la Federación musulmano-croata y la república serbia de Bosnia. Su perfil bien podría asimilarse al régimen cantonal de Suiza, si no fuera por el hecho de que Bosnia es uno de los países más pobres de Europa. El PNB es de 1.770 dólares y la tasa de desempleo aumenta a diario.

Sin embargo, en las calles de su capital, Sarajevo, se pueden ver coches de lujo, restaurantes de cinco estrellas, tiendas de ropa exclusiva o peleterías equipadas como si estuvieran en pleno centro de París. La realidad parece escaparse a la razón, más teniendo en cuenta que, tan sólo siete años atrás, la población sarajevita , vivía sin luz, agua y calefacción.

Durante la guerra, los habitantes de la capital llegaban a cambiar un televisor en color, por un saco de leña; vender un Golf por menos de 80.000 pesetas; intercambiar un frigorífico por cinco kilos de harina; malvender un equipo estéreo por unas 5.000 pesetas o destruir los muebles d su propia casa para calentarse durante unas horas, mientras los misiles volaban a velocidad de crucero por encima de sus cabezas.

El trauma es difícil de superar, pero Bosnia, con casi cuatro millones de habitantes, busca normalizar su situación política y social para escapar de la miseria. Aunque será difícil. La estructura del país y de la propia capital ha cambiado – antes del 4 de abril, su población se componía de un 43 % de musulmanes, 37 % de serbios y 17 % de croatas, mientras que el 3 % restante se lo repartían judíos, gitanos y otras étnias -, pero, además todos se han dejado por el camino su valor más preciado: la gente que les hacía especial. Sus habitantes se encuentran esparcidos por todo el mundo y su lugar ha sido ocupado por otras personas llegadas de todas y ninguna parte. Sarajevo ha perdido su alma.

1 comentario:

  1. Animo con los inicios, que nunca son fáciles. Que sepas que pongo en mi blog un link a tu pagina. A ver si así hay mas visitantes. Aunque viendo el número de visitas que tengo yo, no esperes gran cosa.

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