A principios
de los gloriosos años sesenta un psicólogo (con perdón) publicaba un
estudio hablando de los beneficios que para los niños problemáticos podía tener
la compañía de un perro. Algunos años después, en 1978, otras investigaciones
(ya con científicos de verdad) constataron un aumento de la esperanza de vida
en aquellos pacientes que, habiendo sufrido un ataque al corazón, convivían con
una mascota. Desde entonces, la mayoría de los expertos aceptan los beneficios
afectivos, sociales y terapéuticos que proporciona compartir la vida con un
animal. Todos coinciden: cuanto más estrecha sea la relación con el bicho
más ventajas existen.
Lo que ya no
dicen los más de doscientos catorce mil quinientos cincuenta y tres (o más)
estudios serios, formales y rigurosos publicados sobre el tema hasta ahora (y
los que vendrán), son los riesgos que una convivencia demasiado
"estrecha" con un animal puede acarrear.
En el siglo
XI, el conde italiano de Gulielmus podía presumir de tener una esposa
insaciable y un mono como mascota llamado Maimo. La "insaciabilidad"
de la esposa, unido a la avanzada edad del conde que no podía cumplir sus
"deberes conyugales" con la suficiente frecuencia que su mujer
requería, había llevado a ésta, con el consentimiento de su esposo, a convertir
al mono en su amante.
Sin embargo, con el que no habían contado era con el consentimiento del mono. Cuando éste pilló a los condes en la cama, le dio un ataque de celos y golpeó al conde hasta matarlo.
Sin embargo, con el que no habían contado era con el consentimiento del mono. Cuando éste pilló a los condes en la cama, le dio un ataque de celos y golpeó al conde hasta matarlo.
Después de
cornudo.. apaleado. Animalito.
Frase:
"Las nubes grises también forman parte del paisaje." (Proverbio
africano)
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