lunes, 15 de julio de 2013

STANISLAV PETROV, el hombre que salvó a la Humanidad....

La historia de la humanidad está repleta de personajes anónimos (o casi), que, sin embargo, han sido fundamentales en nuestro devenir. El caso de Stanislav Petrov (1939) es uno de ellos; un teniente coronel del ejército soviético que evitó el holocausto de la humanidad, pero que hoy pasa sus días de senectud como un pensionista más en Friázino (Rusia).
Y pese su acertada decisión, no solo no se reconoció en su momento la valía y el tino de su proeza, sino que se le degradó de rango y se le jubiló con antelación. ¿Por qué?. Por salvar a la humanidad. Así de simple. ¿Les parece exagerado?. Les remitimos a los hechos y juzguen ustedes. Para empezar, les adelantamos que los analistas sostienen que el mundo nunca ha estado tan cerca de iniciar una guerra nuclear. Como aperitivo no está mal, ¿verdad?.
He aquí la historia del “Equinoccio de Otoño”. Nos situamos en el último trimestre de 1983, en un contexto en el que la Guerra Fría estaba bien calentita. Las tensiones entre el bloque occidental y el comunista estaban a flor de piel. Cazas soviéticos derribaron un avión surcoreano de pasajeros, en el que murieron 269 personas; y varios de ellos, ciudadanos estadounidenses. Además, la OTAN había ordenado una serie de maniobras militares con simulación de lanzamientos de misiles nucleares.
Los mandos soviéticos interpretaron este ejercicio como un paso previo a un ataque sobre suelo ruso, así que pusieron a todas sus tropas en alerta.
En este ambiente prebélico, Pterov, como oficial de guardia en el centro de mando de la inteligencia soviética, se enfrentó a la siguiente situación la madrugada del 26 de septiembre de 1983; a las 00:14 (hora de Moscú), un satélite dá la alarma de que se ha lanzado un misil balístico intercontinental desde la Base de Malmstrom (Montana, EEUU). En solo 20 minutos alcanzará la URSS. Estimado lector, en un pequeño esfuerzo de empatía, ¿es usted capaz de sentir la tensión?. En ese escaso y crucial lapso Stanislav Petrov debía tomar una decisión irremediable: alertar a sus superiores sobre la amenaza o esperar para confirmar. El protocolo oficial exigía decantarse por la primera opción, sin embargo, su sentido común, su intuición, corazonada, o lo que quiera que fuese, le conminaron a actuar con suma prudencia, pues si daba la voz de alarma, se iniciaría el proceso para contraatacar a EEUU con armamento nuclear. Consideró que los norteamericanos no iban a iniciar una guerra nuclear con solo un “mísero” misil.
La situación no mejoró en los minutos siguientes para el sistema nervioso de Petrov. Los ordenadores ahora indicaban que otros cuatro misiles se dirigían hacia Rusia. Ante esta nueva eventualidad, un contexto tenso y una situación extrema, Petrov aún mantuvo la cordura. El oficial conocía las peculiares eventualidades del sistema satélite OKO, y sabía que no era infalible. Con lo que, ostentando unos nervios de acero, mantuvo su sospecha de una falsa alarma. Solo cinco misiles nucleares no eran una cantidad representativa para un país que cuenta con miles de ellos.
Afortunadamente, decidió esperar y finalmente, el resultado le otorgó la razón y la humanidad, sin saberlo, toda la gratitud de nuestro planeta. La falsa alarma, se debió a una extraña conjunción astronómica entre la Tierra, el Sol y la posición específica del satélite OKO.
“¿Por qué no dio la señal de alerta, señor Petrov?”, le preguntaron después del incidente. Su contestación fue, “La gente no empieza una guerra nuclear sólo con cinco misiles”. Sus superiores, no obstante,  consideraron que lo suyo fue desobediencia y fue degradado de rango. Ya en el siglo XXI, sí se le ha reconocido el mérito de su actuación con algunos premios y en 2006, fue homenajeado en la sede de las Naciones Unidas.


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