Un caso de depravación
absolutamente nefasto ha sido puesto a disposición de quien no tenía nada que
ver con el asunto. Aunque eso no importa. Lo más grave es que nuestro hombre en
cuestión, el protagonista del suceso, en lugar de engañar a su mujer con otra,
se engañaba a sí mismo con su propia mujer. Algo, ya digo, inconcebiblemente
lamentable. Y ahí no quedó la cosa. El sádico que nos ocupa (y hasta nos
preocupa) se lo decía a su mujer para que ésta sufriese y con el sufrimiento no
viese crecer a sus hijos, que en esos momentos se educaban sin control.
Y nada, el hombre no se
arrepiente; lleva ya así veinte años y nada. Ahora le quiere poner un pisito a
su mujer (y/o amante) y comprarle unos visones refrigerados para el
verano. La cosa es engañar a su señora aunque casi le cueste la vida. Para que
luego digan que la incoherencia no es amoral.
Frase: " El amor es una goma de la que tiran dos infieles..., y cuando uno la suelta, le dá al otro en las narices..."
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