Ha sido muy bien acogida con
vistas al crudo invierno que se nos avecina, la noticia de la incorporación de
las castañeras a la nómina municipal, otro logro social digno de un país
avanzado que vela por el interés de sus habitantes. Por este motivo, está casi
acabada la ordenanza que regulará tan importante proyecto: la toquilla con que
se cubrirán las empleadas (por la discriminación positiva vigente sólo estarán
en nómina señoras y/o señoritas) será de pura lana virgen uniformada y el
carbón para asar, de procedencia exclusivamente nacional y cumpliendo
rigurosamente la normativa europea que en materia de combustibles fósiles
destinados al uso alimentario en los meses de otoño e invierno regula la U.E.
En algunos municipios se piensa incluso
señalar la existencia de estos comercios y editar guías para que los ciudadanos
conozcan su emplazamiento.
Para paliar los gastos que
esta mejora social supone, se creará un impuesto especial de uso y disfrute de
castañera, a pagar por los vecinos que vivan a trescientos metros a la redonda
de cada uno de estos puestos de venta, puestos que con el tiempo se irán
modernizando siendo el embrión de ambiciosos proyectos que los irán
convirtiendo en verdaderos centros lúdicos y sociales con self service, taburetes alrededor del fogón, actividades culturales
variadas, y otras muchas iniciativas que irán desarrollándose siempre teniendo
en cuenta (¡faltaría más!) las peculiaridades propias de cada ámbito
territorial en el que se asiente cada puesto de castañas.
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