lunes, 1 de octubre de 2012

Curiosidades de los Siglos XV y XVI.

Al visitar el Palacio de Versalles, en Paris, se observa que el suntuoso palacio, no tiene baños (wáteres, retretes, urinarios, excusados; en fin llámalos X). En la Edad Media, no existían cepillos de dientes, perfumes, desodorantes y ni mucho menos papel higiénico. Las heces y orines humanos, eran tirados por las ventanas del palacio a la calle. En un día de fiesta, la cocina del palacio era capaz de preparar un banquete para 1.500 personas o más, sin la más mínima higiene. Vemos en las películas a la gente siendo abanicada. La explicación no está en el calor, sino en el mal olor que exhalaban las personas por debajo de los vestidos (eran hechos a propósito para contener los olores de las partes íntimas, porque no se lavaban). Tampoco había costumbre de bañarse, por la falta de calor en las habitaciones y de agua corriente. Así el olor, era disipado por el abanico. Pero sólo los nobles tenían lacayos que hacían esta labor. Además de disipar el aire también espantaban insectos que se acumulaban a su alrededor. Quien haya estado en Versalles, se habrá maravillado viendo sus jardines, enormes y hermosos, que en la época, eran más usados que contemplados, ya que se usaban como retretes en las fiestas promovidas por la realeza, que no disponían de baños y se reunían una gran cantidad de personas en plan botellón. En dicha Edad Media, la mayoría de las bodas se celebraban en el mes de junio, al comienzo del verano. La razón era bien sencilla, el primer baño del año (valga la redundancia), era tomado en mayo, así, en junio, el olor de las personas, aún era tolerable. Así mismo, como algunos olores ya empezaban a ser molestos, las novias llevaban ramos de flores, al lado de su cuerpo en los carruajes, para disfrazar el mal olor. Así nace mayo como el mes de las novias y a la tradición de éstas de portar el ramo. Los baños eran tomados en una bañera enorme llena de agua caliente. El padre de la familia era el primero en tomarlo, luego los otros hombres de la casa, por orden de edad; y después las mujeres, también por orden de edad. Al final los niños y los bebés los últimos. Cuando se llegaba a ellos, ya se podía perder un bebé dentro del agua, de lo sucia que podía estar. Los tejados de las casas, no tenían bajo tejado, y en las vigas de madera, se criaban animales, gatos, perros, ratas y otros bichos. Cuando llovía las goteras, forzaban a los animales a bajar. De esto nació la expresión típica anglosajona “llueven perros y gatos”.
Los más ricos tenían platos de estaño. Ciertos alimentos oxidaban el material, y hacía que mucha gente muriese envenenada que, unida a la falta de higiene de la época, se hacía muy frecuente. Los tomates que eran ácidos y provocaban este efecto, fueron considerados tóxicos durante mucho tiempo. En los vasos ocurría lo mismo donde, al contacto con el Whisky o cerveza, hacía que la gente entrara en un estado de narcolepsia producido tanto por la bebida, como por el estaño. Alguien que pasase por la calle y viese a alguna persona en este estado, podía pensar que estaba muerto y debía prepararse el entierro. El cuerpo era colocado sobre la mesa de la cocina durante algunos días y los pasaba con la familia, mientras ellos comían y bebían esperando que volviese en sí, o nó. De esta acción surgió el velatorio, que hoy se hace junto al cadáver. Los lugares para enterrar a los muertos eran pequeños, y no había siempre suficiente espacio para todos. Los ataúdes eran abiertos y retirados los huesos del antecesor, para introducir al nuevo cadáver. Estos huesos eran retirados a un osario. A veces al abrir los ataúdes, se percibía que el enterrado había arañado la tapa interior de la caja, signo éste evidente, de haber sido enterrado vivo. En esta época, surgió la idea de, al cerrar el ataúd, agarrar a la muñeca del difunto un hilo, pasarlo por un agujero del ataúd, y atarlo a una campanilla que se depositaba en el suelo tras tapar de arena el mismo. Si el individuo retornaba o estaba vivo, sólo tenía que tirar del hilo y sonaría la campanilla, así de este modo poder desenterrarlo, para esta acción y a tal fin, disponían que una persona estuviese al lado del ataúd durante unos días. De estos acontecimientos, surge la expresión, que se utiliza aún hoy, además en el boxeo (noble deporte donde los haya), de “Salvados por la campana”.

Curioso, verdad…???

Frase: " Si como caminas, cocinas... yo me como hasta la olla..."

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