Pensamientos y reflexiones que nunca creí pudieran ser del agrado de tanta gente.
domingo, 30 de octubre de 2011
Los ocho pecados capitales
De los siete pecados capitales que me enseñaron "sólo" me considero adicto a dos. Ya sé que la proporción no es mucha, pero teniendo en cuenta que ambos dos los practico siempre que puedo, con nocturnidad, alevosía y recochineo, pocas esperanzas me quedan de no acabar quemándome en los avernos esos.
Y menos que me van a quedar. Resulta que, al menos hasta el siglo VI que por obra y gracia de Gregorio Magno desapareció uno de ellos, los pecados capitales no eran siete, eran ocho. A los clásicos de toda la vida: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, se añadía uno más: acidia.
Así describía en 1174 Guines II, el Cartujo el pecado de la acidia o acedia:
"Cuando estás solo en tu celda, a menudo eres atrapado por una especie de inercia, de flojedad de espíritu, de fastidio del corazón, y entonces sientes en ti un disgusto pesado: llevas la carga de ti mismo; aquellas gracias interiores de las que habitualmente usabas gozosamente, no tiene ya para ti suavidad; la dulzura que ayer y antes de ayer sentías en ti, se ha cambiado en grande amargura"
Si -por aquello de la actualización temporal-, cambiamos "celda" por "cubículo laboral" -dos términos sinónimos-, y el "a menudo" por un "siempre", resulta que no pasa ni un solo día en el que, además de pecar constantemente ejerciendo la lujuria y la pereza, desobedezca voluntariamente a la ley de Dios practicando esa galbana en el plano espiritual que es la acidia. Todo un pecado de los de antes.
Derechito al infierno voy a ir. Al tiempo.
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