
Repetían, por ejemplo: “come poco y cena más, duerme en alto y vivirás” que aparte de resaltar lo inconveniente que resulta dormir en el suelo, dejaba bien claro que había que comer poco y cenar mucho; el dócil medieval obraba en consecuencia. Otro refrán advertía: “de grandes cenas están las sepulturas llenas”, y el dócil tragón cenaba muy ligeramente pero comía muchísimo.
Pero sabiendo ellos, como sabemos todos, que los refranes son el fruto de la sabiduría popular, la mayoría pensaban que ambos refranes, el que recomendaba comer en abundancia y el que aconsejaba cenar mucho, tenían seguramente razón. Además, cuando moría de un hartazgo, atormentado por la gota y estrujado por la arteriosclerosis, nadie sabía si realmente había muerto por comer o por cenar.
Lo que no acabo de entender es como a nadie le surgió la duda de lo inconsistente que resultaban todos aquellos consejos cuando veían que la gente que no comía ni cenaba, es decir, que hacía caso omiso de cualquier refrán, tenían la misma mala salud que los señores y, además, se morían casi al mismo tiempo.
Frase: "No hay refrán que no sea verdadero. Donde hay patrón no manda marinero; pero quien tiene boca, se equivoca". (Vainica Doble, Refranes, Ópalo OPL-1-4; 1971)
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